sábado, 31 de diciembre de 2011

Noche vieja

Caigo, voy cayendo por la comisura de tus labios,
detengo mi caída para besarte, porque voy a morir.
Deslizo por tus pechos, agonizantes, mi sonrisa
y alcoholes y locuras inician la danza del adiós.

No es que se baile festejando mi cercana muerte,
no se emborrachan las almas puras para llorarme,
ni se quiebran las voces altas para oírme partir,
ni estallan los vientres de pasión para olvidar.

Se danza para que los temblores lleguen a tu piel,
para que tu piel alcance en los sonidos quebrados,
la música radiante e imposible, las voces del amor.

Antes de morir la caricia negra se contorsiona,
vive con frenesí los últimos goces de tu cuerpo
y doce campanadas desesperadas devoran el final.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

jueves, 29 de diciembre de 2011

EL HOMBRE VUELA, SE HACE NOSTALGIA, VUELA

No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.

Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.

Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.

Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

miércoles, 28 de diciembre de 2011

RECUERDO LA LIBERTAD

Un mayo frío, sin luz, recuerda mi ciudad.

Extraño todo lo que fui:

Rosas y ventanales sobre el mar,
aquella pasión,
por cuerpos femeninos huyendo de sí.

Retazos de pasión,
antiguos pájaros al viento sobre la arena.
Vaho de luz,
efervescencia marítima,
desenvolviendo la maraña del tiempo.

Horas en que el recuerdo cae
y los ídolos
y algunos sueños infantiles caen
y el universo se desmorona
y las hojas escritas vuelan por mi alma
y caen, antiguas leyendas donde el hombre,
era feliz.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

lunes, 26 de diciembre de 2011

LA MUJER Y YO -1-

Puedo estar contento de haberla conocido,
algo de ella he recibido, algo le he dado.

Mas hoy quisiera hablar del lado oscuro:
Cuando yo le pedía su verdadero amor,
su cuerpo temblando, su alegría futura,
ella me daba sus dudas, su vergüenza.

Y cuando, sobresaltado por pensares
que vienen hacia nosotros del futuro,
le pido que volemos los dos juntos
por los Orinocos amables del canto,

volar juntos, le digo,

por los mundos donde la palabra
hace la música y el color,
Ella, me da su miedo,
su amor paralizado,
un teatral anticipo
de la muerte.

Cuando, tiernamente, le pido que bailemos,
comienza a mover sus nalgas con voluptuosidad,
me desafía y me llama por mis nombres propios:
intelectual sin clase, poeta cobarde, débil marica
y me pide, por favor, que la azote antes de bailar.

Me quito el cinturón con elegancia
y le digo, apretando los dientes:
A ver, mi amor, a ver ese culito
y ella vomita orgasmos por doquier
cuando le prometo cerca de su oído,
pegarle con pasión, sin debilidades.

Después cuando, ella,
comenzó a ganar algo de dinero
hacíamos el amor más civilizados:
ella se levantaba la falda azulada
y ofrecía sus nalgas casi perfectas
al castigo, que yo le aseguraba
día a día a cambio de su amor para siempre.
Y yo, sin besarla, sin acariciarla como antaño,
le pegaba cuatro o cinco latigazos, en el culo,
sin emocionarme demasiado, casi fríamente
y ella era muy feliz hasta la semana siguiente.

Cuando pasaban dos o tres días
me decía. Todavía siento mis nalgas,
es hermoso ir con ellas todo el día,
los hombres me desean en los sueños
y las mujeres me envidian, soy feliz.

Hasta que un día, cansada o aburrida
de gozar siempre de la misma manera,
abandona el trabajo y habla entre amigas
de mi refinada, estudiada, sutil crueldad.

Les cuenta, con todo lujo de detalles,
los secretos del polvo, el goce de la tierra
cuando se riega con los líquidos del amor.
Su semen caía por mi cintura, les cuenta,
como una lágrima perdida, sin destino.

Yo me abría y él caía en mí como la noche
y me inundaba de infinito goce y de dolor
y yo me abría y él seguía cayendo, cada vez
más lejos del mundo, de la civilización
y ahí, cuando hasta un beso me hubiese dado
de habérselo pedido, le pedí que me pegara
y me puse en cuatro patas y me abría más
y él, pobre hombre hipnotizado por el amor
alejado, totalmente, de sí mismo, me pegaba,
apretaba mi cuello con firmeza y me pegaba.

Un día se pasó, me amó de más,
como un, verdadero, poseído,
como un loco.
Ninguna palabra pudo detenerlo
y me pegó y me pegó y me pegó
y alcanzamos juntos el orgasmo
y fue por eso que no le vi más.

Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003

domingo, 25 de diciembre de 2011

COMO LAS ALAS SIRVEN PARA VOLAR, CREARE ALAS A ESTAS PALABRAS QUE PARECÍAN HABERSE INMORTALIZADO DENTRO DE MI

Abriré las compuertas
inundaré con mis palabras las poblaciones vecinas
para encontrarme por fin con mi destino.
Mi destino de azúcares y azahares
País de la locura
donde transitan libremente
animales salvajes y ocas doradas.
Reino
de las dulces pasadas de lengua por el culo
o de las extrañas e inquietantes travesías nocturnas
donde amar al prójimo, era en verdad, nuestro único fin.

Anémonas
arrojemos anémonas a los ojos de los malvivientes
busquemos en sus pieles
el cariñoso beso de una madre ajena y sombría
Eva de Adán, diosa de las tristes putas de occidente,
muéstrales la manzana
aloja en tu seno lo que habrá de morir.

Tu Adán no ha de morir.

Arbitraria foca de mar bésame en la boca
hiela mi piel
necesito escribir acerca de las palabras escritas.
Humo de incienso
blanco y perfumado olor de los orientes
abre la cripta de su corazón
y arroja en su ser desde las ánforas azules
pequeños animales salvajes y frescos vinos.

Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

sábado, 24 de diciembre de 2011

UNA REPETICIÓN INCALCULABLE

Soy un hombre,
nací hace 50.000 años
y tengo derecho a la palabra.

Un hambre por el amor,
una boca abierta a los cuatro vientos,
por el amor,
un ansia por la música ligera,
clave de mar,
tu cuerpo.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

jueves, 22 de diciembre de 2011

26 de diciembre de 1975, Buenos Aires en todas las horas del día

ANIVERSARIO
A OLGA, MUJER

Yo fui el poeta que desvastó tus territorios
Dueño del pan y de las uvas
llegué para ofrecerte de mi cuerpo
las marcas del amor.

Las manos y los pies heridos por la cruz
mi cuerpo pisoteado por los fieles
su piel arrancada a tirones por los que más me amaron.
Mi sexo mutilado para no ver:
tristes mutilaciones
y estas simples palabras del corazón.

Y todo fue verdad. Amé tu cuerpo y los excrementos de tu cuerpo.
Amé, amé con alegría tu piel y tus delirios.
No tuve paz y sin embargo fui feliz.
Amo esta cárcel y a sus severos carceleros.
Cadenas, amo las cadenas que estrangulan mi ser.

La sed de este desierto me matará, y sin embargo soy feliz.

Pido cadena perpetua para quien mata su ser por el amor. Y digo,
para que todos sepan, que ella ama mi esclavitud.
Ella es una mujer
ni venderá mi cuerpo
ni me despojará del alma
Ella necesita en su casa un cantor
y la voz del cantor no cesará jamás.

El cantor necesita ser amado, es un pequeño niño con miedo a la oscuridad.
Luz para que el poeta no muera de terror.
Y ella será,
colgada de un rincón del cuarto, mi lámpara votiva.

Pequeña y a veces mortífera luz.
EL FIN SERÁ EL HORROR.

Ver y amar desesperadamente la destrucción de nuestros cuerpos.


Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977

martes, 20 de diciembre de 2011

Esta tranquilidad, esta paz, por la cual somos capaces de cometer los errores más enormes, de hacer las más felinas trampas, las traiciones más oportunas. Esta tranquilidad, esta paz, algunas veces es el amor.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

lunes, 19 de diciembre de 2011

153_

12 de mayo de 1977
A la muerte, aunque nos guste, hay que decirle que no. a la locura, aunque nos resulte simpática, hay que decirle que no. Quiero mi vida sesgando una gran vida, del resto a mi alrededor, no hay que preocuparse, crecerá junto conmigo.

Miguel Oscar Menassa
De "Los secretos de un psicoanalista", 2011

viernes, 16 de diciembre de 2011

ULTIMO CANTO

El tiempo pasa para los niños.
No se detiene.
Áspero golpea
de soledad en la ciudad tremenda
los corredores de la infancia.
Madre se queja por amor. Limpia el verano.
Amada vuelca su contenido en la tierra.

Esta realidad no tiene parecido.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

martes, 13 de diciembre de 2011

Intelectual sin clase definible

Intelectual, sin clase definible,
abierto a la sospecha de las horas,
obrero de la nada, patrón del tiempo,
inefable poeta del amor y la muerte.

No vengo, por ventura, buscando nada.
Ni las ondas malignas de nostalgia.
Ni el corazón sangrante de un poema.
Ni el fugitivo dinero, ni personas.

Estoy aquí por los olores del viento.
Por la penetrante caricia de las olas.
Por palpitantes estrofas, por palabras.

Por palabras dispersas sobre todo el océano,
por un océano frío, abierto en mi garganta,
por esas perlas negras arrancadas del alma.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

domingo, 11 de diciembre de 2011

HE VUELTO DE LOS MÁS NEGROS ATARDECERES

He vuelto de los más negros atardeceres
y he vuelto con las manos vacías, ciegas.
He dejado tirado al borde del camino
mi pequeño poeta enamorado del amor.

Me dieron unas monedas de oro y plata
y una pequeña soga de seda oriental
para ahorcarme feliz y arrepentido
al darme cuenta que el oro ya no brilla.

El camino donde perdí al cálido poeta
quedó clavado en el desierto del tiempo
en lo profundo de un instante de locura.

Cada palabra se transformó en una piedra
todo amor se conjugó en pasado remoto
toda luz fue noche, todo color, vacío.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

viernes, 9 de diciembre de 2011

ALGO DE MIEDO TENGO

Algo de miedo tengo o mucho,
vivo como asustado,
como si no hubiese pagado los impuestos,
como si hubiese mirado lo que no debía
o me hubiese apropiado de mi trabajo.

Qué mal que la he pasado, pero qué mal,
agachándome todo el día para evitar
el balazo que sería certero en medio de los ojos
de no haber vivido estos últimos años agachándome.

Era la parte de las cloacas que sobresalía,
con la cabeza a ras del suelo conocí el amor,
con la cabeza torcidita para ver llegar al agresor,
descubrí sus piernas de brillantes desnudos.

Quise besar sus nalgas de nácar o delirio
y mis labios besaban con fervor la vereda.

La bella mujer se burlaba de mis cosas,
hacía como que bailaba sobre mi cabeza
y me tiraba un beso con la mano al partir,
indiferente,
como si yo pudiera alcanzar algún beso.

Después al trote movía sus caderas con intención,
diciéndome, tal vez, que si la amaba, la siguiera.

Le pregunté al primer transeúnte
si me ayudaba a levantarme
y el pobre, con ternura, me preguntó. ¿Por qué?
¿acaso te preocupa algún sueño de amor?

Es un amor sin límites, le dije al caminante,
un amor que alejándose me quiere en libertad.
Libre de pies, de manos, de palabras,
todo para el amor.

Miguel Oscar Menassa
De Al sur de Europa, 2002

miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL HOMBRE Y YO -6-

Un hombre que no sabe
reír cuando se ríe,
que no sabe llorar
aunque lo diga un tango.
Un hombre
sin círculos ni rectas.
Un ave, mas María,
que no sabe volar.

Miguel Oscar Menassa
De "El hombre y yo", 2005

martes, 6 de diciembre de 2011

CAPITÁN CAT

La vida de los marineros es una vida sin
[esperanzas.

Yo soy el capitán Cat y quiero decirles
que el mar, fue mi mejor amigo.

A Morgan y a Perkins, los conocí
en un café de la calle Córdoba
lejos del mar.

Teníamos una manera distinta de vivir.
Para mí el mar era la vida misma
Cuando en el puerto esperaba el regreso de la
[tripulación
nunca tuve miedo.

Yo soy el Capitán Cat
y esto es cierto.

Cuando Perkins y Morgan en alta mar
pretendían atemorizarme
luchando como adolescentes
contra el mar
las ballenas asesinas o alguna embarcación
[inglesa

-que para esa época eran terribles-
Y Perkins con su corbata negra
Y Morgan dale que dale con el arpón;
yo solía entretenerme con Rosie Probert y
[esas cosas del amor
y mi madre muerta dentro de mis ojos sin luz
como si todo el universo estuviera en mis ojos
y todo el universo era el mar.
Mis ojos y el mar se parecían
y la aventura era sin dudas, para mí,
mi madre enloqueciéndose dentro de mis ojos.

Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970

lunes, 5 de diciembre de 2011

CONSCRIPTO CLASE 40

A veces te pierdo.
No sueles estar en los ojos
de ningún marinero de mi país.

Ellos son altos
y hablan de sus mujeres
voluntariamente casadas con ellos
voluntariamente cansadas de ellos
casualmente enamoradas de otros.

Tú no apareces en sus ojos
pero en verdad
ellos no saben de ti
más que estas ganas mías de decirles:
hace tanto tiempo que no la veo
ella es dulce
como el corazón de vuestras abuelas
ella no está cansada
y, si no aparece,
es porque le gusta ser misteriosa.

Los ojos de los marineros de mi país
son de un color ronco,
mas ella, a veces, se complace
en convertirlos en tardes de verano.
Cuando esto sucede
ellos miran dulcemente
mi tremenda manera de saber estar solo
y al continuar sus caminos
se acuerdan de sus mujeres.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

sábado, 3 de diciembre de 2011

DESPUÉS DE LA MUERTE

En el refugio de la noche
la vida se desplaza levemente

Tan soberbio
tan espectacular era el poema entre las sombras,
que no me alcanzará para escribirlo,
ni la mañana, ni la noche,
ni el resto de mi vida.

Navego como navegaron los grandes navegantes,
a ciegas,
con el pulso detenido por la emoción de cada instante,
oliendo tierra firme en todas direcciones
y así,
otra vez el mar y el profundo cielo permanentemente.
Vientos perfumados
y peces enloquecidos por el hambre, festejan,
la inminencia de un nuevo fracaso.

Nadie ha de morir en ese olvido,
surgen, fortalecidas,
por el odio de seguir buscando,
imprecaciones y blasfemias.
Capitán del hastío,
siempre buscando tierra firme,
siempre encontrando abiertos mares y perfumes,
cerrados océanos.

Con la soberbia de un hombre encadenado
y libre,
un día terminaré gritando entre tus brazos:
yo maté a Dios, quiero la recompensa
y, seguramente, alguien me dará 30 dineros
y mi locura seguirá avanzando sobre todo.

Viene del sur, dirán, es un desaforado.
Anguila escurridiza y voraz,
eléctrico perfume entre las piedras,
palabra desmedida, es el poeta.

Vengo para que conmigo muera lo último.
Más allá de la nada comienza mi camino.

Un hombre es a otro hombre, su poeta y el Otro.
Olímpico destino y, a la vez,
embalsamada furia detenida.
Contraste primordial entre mi ser y el mundo.

Un hombre es a otro hombre, su mirada y el cielo.
Paloma mensajera y, a la vez,
nostálgico asesino entre las sombras.
Entrecortado canto poblado de silencios.

Un hombre es a otro hombre, la muerte y su milagro.

Intento arrancar la venda de mis ojos,
doy duros golpes en el propio centro del timón,
para desviar el rumbo y no consigo nada.
Fumo cigarros y bebo alcoholes fuertes.
Dibujo entre los ojos de la mujer que amo,
la posibilidad de un nuevo recorrido,
y frente a esa mirada maravillada por mi terror
rompo el sextante y la pequeña brújula marina,
y en el corazón pleno de la niebla
-en el comienzo de este nuevo final-
arrojo como si fueran desperdicios
mis últimos recuerdos al mar
y beso tus labios.

Tierra firme
y nuestro barco se retuerce entre las olas,
movimientos desesperados a punto de naufragar,
son el movimiento de nuestros cuerpos.
Babas y leches
se confunden con el torrente de aguas marítimas
y algas
y brillantes moluscos como perlas,
sacrificados a un dios.

Mar abierto
y nuestro barco encalla
en los afiebrados latidos de tu corazón,
tambor entre los leves murmullos de la selva.
Indómito
-salvaje anidando en la maleza-,
arranco tu sexo de la tierra, violines de la música,
movimientos como puñales clavándose en el cielo.

Antes de comenzar mi nuevo camino,
trato de señalizar el punto de partida.
Arranco desde donde el hombre se debate,
en los brazos sangrantes de la nada.

Yo soy ese hombre,
mordido por la vida humana a traición,
enajenado en el entontecido ritmo del reloj,
enloquecido por el palpitante ruido de las máquinas,
ensombrecido por la lujuria de los dioses asesinos
-hombres solitarios y, también, hombres habitados-,
y, sin embargo, doy mi primer paso.
Pequeño paso,
no emprendo veloz carrera hacia las tinieblas,
porque soy un hombre atemorizado,
que ya no sabe si su próximo paso
será marca o nivel de otros pasos humanos
o el callejón sin salida de su muerte.

En los pasos siguientes me desorienta
ver mi nombre en el nombre de las calles,
indicando la dirección deseada.
Brutal encuentro conmigo mismo y sigo andando,
porque seguir andando hacia otro descubrimiento cada vez,
después de los primeros pasos se hace costumbre.
Y, sin embargo, uno también se dice: aquí me detendré.
Detrás de mí, sólo montañas,
y sembraré esa tierra,
y atraeré con mi canto el agua de la lluvia
para que todo florezca y se reproduzca
y lo femenino sea ley del amor,
manzana delirante sin pecado,
y en ese paraíso viviré, tranquilamente, un tiempo.
Después algún humano habitante de la nada de Dios
intentará colonizarme y tampoco habrá guerra.

Cuando se sequen las flores,
cuando se pudran definitivamente los frutos,
porque ya no hay amor en su cuidado,
daré otro paso más,
pequeño paso conmovido como aquel primer paso,
y así, seguramente, veré distintos horizontes,
y así, seguramente, un día, moriré caminando
y nada pasará,
porque los violentos perfumes de mi cuerpo,
cuando camino, son mis propias palabras
y así, veo mi nombre volando en ese olor alucinado,
más allá de mi muerte,
caminando.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad" 1984

viernes, 2 de diciembre de 2011

Amor perdido. Buenos Aires

IV

Estuve en Buenos Aires cuando un viento helado del pasado,
rozó por un instante a la mirada del mundo nuestro futuro,
cuando por poco pasa, lo que por no pasar fue todo goce,
ahí, en ese tiempo de la historia, estuve en Buenos Aires.

Que la justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.
Altaneros, sabiendo que la vida, aún, es el futuro.
Un domingo de Pascuas, como si fuera Poca fiesta,
resucitó, alegre, así debo decirlo, todo un pueblo.

Una vez sacudida la nostalgia, el miedo, todo lo pasado,
salieron a la calle despiertos, cientos, miles, millones
y se juntaron como bandadas de palomas abiertas de paz.

Y todos juntos cantaban a los gritos sus deseos.
Nadie pedía pan, nadie pedía libertad para nadie.
La justicia sea igual para todos, sólo eso pedían.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995

jueves, 1 de diciembre de 2011

5 de julio de 1984

Estoy, en verdad, más cerca que nunca de mis primeros sueños. Aquellos sueños donde el poder, todo el poder, eran mis pequeños versos enamorados.

No puedo volver,

estoy encaramado más alto que la vida, más arriba que yo. Invento, pero no consigo inventar lo perfecto.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

miércoles, 30 de noviembre de 2011

SATÁN, QUERIDA, QUISE SER

Todo lo he intentado. Transformarme en satán,
vestirme de cura, enamorado, o de mujer.
Ser Tiresias y Edipo al mismo tiempo.
Redoblar mi ceguera hasta el orgasmo.

Andar a tientas, acercarme sin miedo,
al vacío roto de la nada de ser.
Una vez, quise tener un cuerpo. Hablar,
separar para siempre mis cosas de mis gritos.

A veces intentaba el misterio, la burla.
Quise ser Dios y abatía mi cuerpo
con duros ejercicios porque ambicionaba
participar en las más grandes competencias.

Llegamos a estar todos castrados y,
eso, habrá sido maravilloso.

Después quise ser el invierno,
la estepa desolada que recuerda la selva.
Quise ser el lado negativo de las cosas.
Un menos uno permanente.

Un cero cruzado por la muerte.
Una palabra, quise haber sido,
que despedazara la palabra.

En mis intentos he viajado. De país en país,
de hembra en hembra, de palabra en palabra.

Y así fustigado, violentamente, por deseos,
conocí el amor y tuve más hijos que sentidos,
por insignificante, más palabras que manos.
Y me dejaba inundar por fuertes emociones,
desesperadas, porque quería ser la poesía.

Centrar, hacer un gol de media cancha,
eso era, capturar lo no representable,
una mujer,
más allá de los silencios y el ardor.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

martes, 29 de noviembre de 2011

EL CUARTO DE LAS GOLOSINAS

Qué mujer
cruzaría sus piernas frente a mí
para mirarme
sentirse mía
cansarse en mi cansancio.

Quién concluiría su gesto
para amarme
en este pedacito que soy
de sed y de nostalgias.

Porque todos
nos encontramos algún día
y nos miramos
–en las muchachas quietas
en los caminos cortos–

pero luego
es tan difícil dormirse
-sin el humo del cigarrillo amigo
ardiéndonos los ojos-

que ya se han ido todos
y la apretada hendija de mi alma
cada vez más pequeña
cada vez más cerrada.

Quién podría amarme
en este pedacito que soy.

Miguel Oscar Menassa
De "Pequeña historia", 1961

lunes, 28 de noviembre de 2011

SONORAMENTE

Sonoramente recojo la bandera de la muerte y la clavo en mí.

Palabras como torres, frases acantiladas, trapos sucios de sangre,
volando en mí, dentro de mí, rompiendo los encajes.

Sonora carcajada abierta de la muerte, ruidos como de sedas
partiéndose en el mar.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

miércoles, 23 de noviembre de 2011

CANTO SEGUNDO

Y ahora,
conocerán lo que se dice,
la verdadera historia de dios.
De como, de una delicada agonía,
se salta,
para caer,
en los estruendos de la gloria.
La poesía hecha carne.
¡Viva el Poeta!
Yo vi
con qué desesperación hacía los versos.
Yo vi
como el poeta comía,
mierda para saber,
y de su sexo,
chupaba el pus
los últimos escándalos, para que ella,
viviera un día más.

Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos américa", 1978

martes, 22 de noviembre de 2011

LO DIGO ANTES DE QUE ME LO PREGUNTEN

Lo digo antes de que me lo pregunten.

Estoy impresionado, lo que pasa en el mundo
me sobrepasa.
Hay días que no se escucha
otro ruido que el fragor de las batallas.
La música es el llanto de un niño
pidiendo pan.
Sólo amo la piedra que me protege
de las balas enemigas.
El hombre actual sólo desea
tener un arma
más poderosa que el enemigo.
El hombre actual quiere ser Dios
mas no consigue tanto.

Para imponer el bien utiliza el mal,
todo lo perverso, los asesinatos.

Para imponer el bien olvida la belleza
y con la libertad hace una bandera
para luchar contra la libertad.

Vivo un poco impresionado
y, sin ser pesimista, puedo asegurar
que el hombre ya no puede dormir,
lo persiguen aviones incendiarios,
mapas extravagantes de ciudades
secretamente ocultas en la piedra.

Lo persigue el aliento de un tigre,
debajo de las sábanas, en el aire.

Lo persigue su odio, el odio de las víctimas
y no puede dormir porque en las noches,
el odio de los asesinos lo persigue.

Y nunca está tranquilo
ni cuando come, ni cuando vomita.

A veces está tranquilo con su amada,
atravesando el domingo en sobremesa
y desde la televisión, previo consenso,
le envían un misil súper-inteligente
que sólo mata niños jugando en la vereda
o madres distraídas en el supermercado
o a los pobres ancianos en la silla de ruedas.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

sábado, 19 de noviembre de 2011

HE VIVIDO ESTOS DÍAS

He vivido estos días
apurándolos
como las copas de mi juventud.
Sin detenerme para decir
aquí está el sol
aquí la soledad.
Sin detenerme para llorar
los días verdaderamente terribles.
Sin decir tu sonrisa luminosa
tu dolor amada, tu boca y tu dolor.
Tu canto
desesperada voz.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

jueves, 17 de noviembre de 2011

ANTEPASADOS

Antiguos pescadores, viejos espías del dolor
aquellos que nacieron para que yo naciera
aquellos que traían la orden de matar,
eran inocentes.
Buscadores de oro
artesanos de las buenas costumbres
para ellos
vivir
había sido duro aprendizaje.

No tenían, en verdad, la elegancia de los Normandos
y sus mujeres incapaces para las tareas domésticas
habían nacido para amar.
Amar en primavera
los colores azules persistentes y por las noches
cantos de extraños pájaros nocturnos y el dolor.

Hablaban cuando los acontecimientos naturales
quebraban la paz.

Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

domingo, 13 de noviembre de 2011

INTRODUCCIÓN

1

No me hagáis correr vuestras carreras
ni me hagáis volar en vuestros vuelos
ni me hagáis hacer vuestros trabajos
ni, tampoco, amar vuestros amores.

Yo, hijos míos, con pasión,
os transporté volando,
siempre, a vuestro lado,
desde los confines quietos de la familia
hasta las puertas en libertad del mundo.

Ahora comienza vuestro viaje
y, si os dejo partir sin acompañaros,
es porque yo tengo mi propio viaje.
Debo poner, al camino que construí
con mi propia vida y escribiendo,
mi nombre, mi apellido, mis marcas,
mis señas personales, que son la poesía.

Miguel Oscar Menassa
De "La maestría y yo", 2007

sábado, 12 de noviembre de 2011

10 de septiembre de 1967, Madrid

Y los demonios de la verdad, anunciaron la muerte.

Temo a lo más superfluo.
No tener una casa,
no tener pan,
ausencias.

Temo ser todo por venir,
temo el olvido.

Andá y matá.
Extrañas palabras en el oído del que iba a morir.
Andá y matá.
¿Y de dónde tomaría la fuerza el moribundo?

Mis armas:
estas pequeñas,
amadas palabras,
juntadas al azar.

Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977

viernes, 11 de noviembre de 2011

PREPARANDO LA COMIDA

Hoy estuve en la cocina
preparando la comida
porque mi marido dice
que no lo cuido muy bien.

Mientras freía cebolla
recordé mi juventud
cuando mi cuerpo brillaba
y a él, eso, le bastaba.

Cuando cortaba la carne
sentí un raro escalofrío.
Y vi mi cuerpo desnudo
y él allí mirándome.

Yo sin saber qué decir
bajé la cabeza y dije
la cebolla está frita
y nuestra vida también.

Después al servir el vino
vi todo lleno de sangre
y los soldados morían
de amor, de patria, de honor.

Me senté a su lado
esquiva y temerosa
de que el hombre adivinara
que muerto lo aluciné.

Y después, de sobremesa,
tomándonos un café
previamente envenenado,
le pude decir, te amo.

Miguel Oscar Menassa
De "Carnaval de la tercera edad", 2011

miércoles, 9 de noviembre de 2011

YO PECADOR I

Me seducen los aros y los colgantes coloridos
las piedras coloradas y los rubíes
y las sencillas violetas en el rincón del patio.
De las vidrieras me atrapan los tonos amarillos
el sol contra la puerta cancel
y el color ocre de la galería en Chiclana.

Hierro forjado a mano por suaves forjadores
en el estilo imperial de la muralla china
hacia el oeste se extendía solemne el patio de mi casa
y hacia el misterio de la calle, el precipicio.
Después del precipicio la plazoleta verde
lejana inalcanzable
como la tierra prometida.
A mí
cuando pequeño
me separaba de la calle una escalera
una escalera blanca
con dos barandas verdes de cedro a los costados.

La idea fija era volar
una tarde, verano en Buenos Aires
el patio era un desierto.

Sólo un valiente se animará a cruzarlo.

Me puse las botas me coloqué la máscara antigás
y en cuatro saltos alcancé el rincón del patio
donde crecían las violetas.
La puerta cancel quedó a la vista.
Mientras los enemigos dormían atontados
por el alcohol del mediodía,
me paré en el primer escalón de la escalera.
Abrí mis brazos. Respiré profundamente
dispuesto a todo
y perdí los sentidos
cuando me invadieron por primera vez
los olores lujuriosos de aquel sombrío patio.

Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

domingo, 6 de noviembre de 2011

MIS LLANTOS

He roto tantas brisas con mi llanto,
he llorado romper hasta el mañana
y rompiendo la mar lloré bravío
y el mundo conquisté con este llanto.

Llanto de amor, llanto de furia, tonto llanto.
Clavado en el dolor ajeno lloré de espanto.
Abierto a mi dolor, vidrios lloraba.
Te amaba tanto, tanto, que hasta de amor lloré.

Y luego las vendimias, el vino turbio,
la lágrima rubí, diamante enamorado,
tu cuerpo como caído pero volando.

Cada llanto me recuerda un amor,
todos los llantos sólo uno, llorando.

Arranco de mis ojos las últimas perlas
y me las como para seguir llorando.

Llorando como un buey, vaca, ternera degollada.

Aljibe desterrado del agua,
lloro estos hierros viejos, óxidos lloro,
lágrimas quejumbrosas rotas por el amor,
como salidas de un bandoneón herido.

Bella lágrima oculta me la guardo,
por si algún día alguien la necesita,
entonces, aunque la ame, lloraré esa lágrima.

Y esa otra lágrima desnuda
que no desea abandonarnos
para ser llorada una vez más.

Amor de lágrimas, llantos de océanos,
cataratas de perlas desaparecidas,
majestuoso río cayéndose en mis ojos.

Lágrimas del alcohol, vinagre, envenenadas,
lágrimas del odio hasta el asesinato,
húmeda mortaja de cal ardiente,
ojos desorbitados por la sorpresa
de verse ardiendo, vivos, en la cal.

Era una lágrima fuerte la que lloraba,
lágrimas de una guerra, una muerte violenta,
lágrimas trágicas del exilio.
Hijo, Padre, Madre, todo el mundo llorando,
Había en ese instante lágrimas a montones.

A veces, para recordar haber sufrido tanto,
llorábamos y llorábamos, mas sin motivos.
Era un llorar abierto, tenía ritmo, música.

Cuando llorábamos por nada,
cada lágrima tenía compasión de sí misma,
al caer lo hacían con delicadeza, con elegancia.
Nunca terminaban de caer
y era hermoso verlas danzar de amor,
cayendo sin caer, suave danza del sexo.

Vinos oscuros, licores aromáticos,
mares embalsamados en los ojos,
maremotos retenidos en la mirada.

Vengo desde el centro mismo del agua,
a llorar un dolor tan grande como el mundo.

Hay cosas que no dejan esperanzas,
son cosas como hielos frente al sol.
Como querer encontrar en un mar lejano,
traído por las olas,
aquel beso, de aquel amor perdido,
donde aún no habíamos aprendido a llorar.

Hoy lloraré las cosas no lloradas.
Una amor, una muerte, aquella embriaguez.
Músicas del dolor, llantos amados,
tiernas agüitas de la infancia,
lago escondido entre los árboles,
donde los enamorados se ahogan de llorar.

Lágrimas como piedras despeñadas,
montaña caída sobre la belleza,
seda perforada por las balas del tiempo,
tapándome los ojos, ya cerrados para dormir.

Una pequeña lágrima atraviesa el porvenir,
arranca un ojo de la noche
y lo aprieta con fuerza contra su corazón
y la noche comienza a llorar,
lágrimas de un continente perdido.
Llanto o mujer.
Laberinto, agua sin retorno,
perdida luz,
hambre sin saciar, abierta.

Lloro este verso ahora
porque termina el canto.
Agua de mí, por mí, para mis cosas.

Ese dolor de mí, del universo en mí.
Llanto llorado, lloro,
por una muerte en mí, que se repite.

Miguel Oscar Menassa
De "Llantos del exilio", 2001

sábado, 5 de noviembre de 2011

Cumplir sesenta y dos años

Y es a los 62 años que me dispongo,
con un talante generoso, a festejar
vivir en un mundo donde nadie sabe,
si debe o si regala, si ama o si desea
si obligado a vivir o interesado
si valiente
o inquieto
o cobarde sin fe.

Al cumplir los 62 años
quiero confesarme adicto
al cruel vivir.

Y vendrán cataclismos y ciclones
inundaciones y guerras por doquier
y yo, sentado, escribiendo mis versos,
haciendo del cataclismo mi guarida,
del ciclón mi aliento y de la pólvora,
mi inseparable compañera,
las alas del adiós.

Miguel Oscar Menassa
De "La maestría y yo", 2007

viernes, 4 de noviembre de 2011

Y ahora para que sepas que yo

Y ahora para que sepas que yo las viví todas,
te hablaré en estos versos de los cuartos,
del verdadero amor que hay en el centro de tu alma:
pesetas con la cara de Franco, bendecidas por Dios.

Ahorrando, ahorrando, quitando todo de circulación,
has conseguido por ahora, no tener nada, casi nada.
Un dinero ahorrado contra todo deja de ser dinero.
Una mujer atada contra su deseo deja de ser mujer.

Por eso que te digo, sencillamente, que no va bien tu vida.
Que tu vida es un pagaré a largo plazo que no podrás pagar.
No ves tu vida, tu mujer, tu dinero se escapan de tus manos.

Un poco más de sexo, te aconsejo, más de amor.
Ya verás cómo tu mujer resucita de golpe.
Ya verás cómo todos mis versos, hablan de ti.

Miguel Oscar Menassa
De "Un argentino en España", 1987

miércoles, 2 de noviembre de 2011

DEJO DE LATIR

Dejo de latir
dejo de ser el pulso
donde antaño vibrara el Universo.

Delicadamente me entrego
a las argucias del amor
abandono el pasado
mis versos anteriores.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

martes, 1 de noviembre de 2011

La vida del poeta

XIII

Escribir,
hasta romperse las manos escribiendo.

Del hombre,
sólo amo su futuro, sus explosiones.

Me debo a mí
y, me debo, a todo el universo.

Me veo cantando las vidalas
hasta quedar si voz.
Me veo mirando las estrellas
hasta que mis ojos queden sin luz.

Abro la boca
y miro cómo el mundo se parte en mil pedazos.

Áspera roca,
estoy empecinado en creer,
que todo cambiará.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

miércoles, 26 de octubre de 2011

INTRODUCCIÓN

Vivo,
en un lejano país,
al sur de Europa.
Vivo,
por costumbre,
en su propio centro.
Al sur de la ciudad,
donde la ciudad,
es ella y su fin.
El vacío,
donde aterrizan los desagües,
el propio límite,
entre la libertad y la locura.
Quiero decir,
que Buenos Aires,
no ha muerto,
porque vivir,
vivo en sus suburbios.
Y sin embargo,
-por el viejo vicio del misterio-
nadie sospecha.
Parado en la vereda de mi casa,
ladeado,
con las piernas cruzadas
y la derecha para atrás,
contra el novedoso semáforo,
apoyada,
y el cigarrillo,
colgado,
de la boca como si fuera un guapo,
Y sin embargo,
piensan que soy,
un malentendido,
un pasto salvaje,
crecido inesperadamente,
fuera de estación.
Crezco con dificultades,
bajo la mirada atenta,
de los sorprendidos agricultores.
Tanta belleza,
para el final de siglo,
no había sido calculada.
Y por eso,
por haber violado la ley,
de las apariciones,
se cierne sobre mi,
el opaco murmullo de la calumnia,
el peligro,
de un destino de locos.
La desaparición.

Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América", 1978

lunes, 24 de octubre de 2011

Despierto, querida, ciego

Estoy despierto, estoy despierto,
pero hay horrores que me ciegan.
Sangres, violencias, odios meditados.
Ver como huele todo el mundo a podrido.

Ojos destrozados por la llovizna atómica.
Tus besos doloridos, tus hijos extraviados.
Estoy despierto, estoy despierto,
pero hay horrores que me ciegan.

Ambición desmedida, la codicia, la mugre.
La explotación, la esclavitud, la mierda.
Tu sexo dolorido, tu asco, tu vergüenza.

Tu vientre partido por la duda.
Estoy despierto, estoy despierto,
pero hay horrores que me ciegan.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

sábado, 22 de octubre de 2011

DESPUÉS DE LA MUERTE

En el refugio de la noche
la vida se desplaza levemente

Tan soberbio
tan espectacular era el poema entre las sombras,
que no me alcanzará para escribirlo,
ni la mañana, ni la noche,
ni el resto de mi vida.

Navego como navegaron los grandes navegantes,
a ciegas,
con el pulso detenido por la emoción de cada instante,
oliendo tierra firme en todas direcciones
y así,
otra vez el mar y el profundo cielo permanentemente.
Vientos perfumados
y peces enloquecidos por el hambre, festejan,
la inminencia de un nuevo fracaso.

Nadie ha de morir en ese olvido,
surgen, fortalecidas,
por el odio de seguir buscando,
imprecaciones y blasfemias.
Capitán del hastío,
siempre buscando tierra firme,
siempre encontrando abiertos mares y perfumes,
cerrados océanos.

Con la soberbia de un hombre encadenado
y libre,
un día terminaré gritando entre tus brazos:
yo maté a Dios, quiero la recompensa
y, seguramente, alguien me dará 30 dineros
y mi locura seguirá avanzando sobre todo.

Viene del sur, dirán, es un desaforado.
Anguila escurridiza y voraz,
eléctrico perfume entre las piedras,
palabra desmedida, es el poeta.

Vengo para que conmigo muera lo último.
Más allá de la nada comienza mi camino.

Un hombre es a otro hombre, su poeta y el Otro.
Olímpico destino y, a la vez,
embalsamada furia detenida.
Contraste primordial entre mi ser y el mundo.

Un hombre es a otro hombre, su mirada y el cielo.
Paloma mensajera y, a la vez,
nostálgico asesino entre las sombras.
Entrecortado canto poblado de silencios.

Un hombre es a otro hombre, la muerte y su milagro.

Intento arrancar la venda de mis ojos,
doy duros golpes en el propio centro del timón,
para desviar el rumbo y no consigo nada.
Fumo cigarros y bebo alcoholes fuertes.
Dibujo entre los ojos de la mujer que amo,
la posibilidad de un nuevo recorrido,
y frente a esa mirada maravillada por mi terror
rompo el sextante y la pequeña brújula marina,
y en el corazón pleno de la niebla
-en el comienzo de este nuevo final-
arrojo como si fueran desperdicios
mis últimos recuerdos al mar
y beso tus labios.

Tierra firme
y nuestro barco se retuerce entre las olas,
movimientos desesperados a punto de naufragar,
son el movimiento de nuestros cuerpos.
Babas y leches
se confunden con el torrente de aguas marítimas
y algas
y brillantes moluscos como perlas,
sacrificados a un dios.

Mar abierto
y nuestro barco encalla
en los afiebrados latidos de tu corazón,
tambor entre los leves murmullos de la selva.
Indómito
-salvaje anidando en la maleza-,
arranco tu sexo de la tierra, violines de la música,
movimientos como puñales clavándose en el cielo.

Antes de comenzar mi nuevo camino,
trato de señalizar el punto de partida.
Arranco desde donde el hombre se debate,
en los brazos sangrantes de la nada.

Yo soy ese hombre,
mordido por la vida humana a traición,
enajenado en el entontecido ritmo del reloj,
enloquecido por el palpitante ruido de las máquinas,
ensombrecido por la lujuria de los dioses asesinos
-hombres solitarios y, también, hombres habitados-,
y, sin embargo, doy mi primer paso.
Pequeño paso,
no emprendo veloz carrera hacia las tinieblas,
porque soy un hombre atemorizado,
que ya no sabe si su próximo paso
será marca o nivel de otros pasos humanos
o el callejón sin salida de su muerte.

En los pasos siguientes me desorienta
ver mi nombre en el nombre de las calles,
indicando la dirección deseada.
Brutal encuentro conmigo mismo y sigo andando,
porque seguir andando hacia otro descubrimiento cada vez,
después de los primeros pasos se hace costumbre.
Y, sin embargo, uno también se dice: aquí me detendré.
Detrás de mí, sólo montañas,
y sembraré esa tierra,
y atraeré con mi canto el agua de la lluvia
para que todo florezca y se reproduzca
y lo femenino sea ley del amor,
manzana delirante sin pecado,
y en ese paraíso viviré, tranquilamente, un tiempo.
Después algún humano habitante de la nada de Dios
intentará colonizarme y tampoco habrá guerra.

Cuando se sequen las flores,
cuando se pudran definitivamente los frutos,
porque ya no hay amor en su cuidado,
daré otro paso más,
pequeño paso conmovido como aquel primer paso,
y así, seguramente, veré distintos horizontes,
y así, seguramente, un día, moriré caminando
y nada pasará,
porque los violentos perfumes de mi cuerpo,
cuando camino, son mis propias palabras
y así, veo mi nombre volando en ese olor alucinado,
más allá de mi muerte,
caminando.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

viernes, 21 de octubre de 2011

31 de Diciembre de 1976

LA MUERTE DEL HOMBRE

Es otra vez de noche
y en general
la casa duerme.

Una voz en la radio
dice últimas palabras.
Me entretengo con el humo
y me ocurren mil fantasías
y ninguna tiene que ver
con recostarme
tranquilamente en la cama
y dormir.

Entre tantos papeles
terminaré siendo un escritor
y fijo mi mirada en la lejanía
y dejo que la historia del hombre
irrumpa
con la violencia de su sino
mi noche.

Enciendo cigarrillos a mansalva
uno detrás de otro como si fueran
centelleantes granadas contra los opresores.

Desde hace millones de años
el hombre vive de rodillas.

Las granadas estallan en mi rostro.

Primitivas presencias
pueblan mi noche de salvajes ritos.

Ceremonias donde la muerte
siempre es una canción
sublime y misteriosa.
Bestias indomables
semejantes al hombre
por la torpeza
de sus movimientos
danzan a mi alrededor
iracundos
silvestres.

En un mal castellano
me dicen que su jefe
quiere charlar conmigo.

Sentado en mi cama escribiendo
pido que dejen de rugir tambores
que cese la danza
que me dejen escribir este poema.

El hombre tiene hambre y sed desde milenios.

Somos ese hombre hambriento y sediento poeta
cantad con nosotros:
Venimos de la Mesopotamia
y del Caribe
y buscando la perfección hemos llegado
hasta los mundos que se esconden
por encima del cielo
y no hemos encontrado nada.

Siempre hay un hombre que tiene hambre.
Siempre hay un hombre que se muere de sed.

Aquí mismo poeta
en tu casa
anidan el opresor y el oprimtdo.

Sentado sobre mi cama escribiendo
les digo a los salvajes
que ya es noche tarde
que por favor dejen de danzar
que necesito
hundirme entre las letras
mi hambre
mi única sed.

Dejaron de danzar
y el que se destacaba
por su tremenda humanidad
me fulminó con su mirada.

¿Quién es más cruel?
Poeta
¿Quién más salvaje?
El que muere peleando
por un trozo de pan
o el que no muere nunca.
Quién producirá el exterminio
poeta.
Mis armas o tus versos.

Y ahora poeta deja la pluma
echa a andar y piensa.

Sentado sobre mi cama
escribiendo
le digo al salvaje
que no quiero irme de mi pieza
y que siempre supe que pensar
no era necesario y que deseo
es la última vez que se lo digo
seguir escribiendo este poema.

Antes de continuar me detengo
en la inteligencia del salvaje:
habla bien y mientras habla
deja escapar entre las palabras
el aliento
para que todo suene vital
desgarrador.

Yo soy el hombre
grita la bestia encadenada
y tú poeta ¿eres el hombre?
Escribir para quién
dónde los amigos
y dónde los enemigos.

Dime poeta
¿tu canto
necesita del futuro
para ser?
Ese poema que escribes
contra todo
a quién le servirá.

A ver poeta un verso
que me diga ahora mismo
¿qué es el hombre?

Sentado sobre mi cama escribiendo
me doy cuenta
que la inteligencia del salvaje
terminará quemando
todos mis papeles escritos
en esa hoguera
que fueron construyendo
a mi alrededor
sus palabras.

Dejo de escribir
lo miro fijamente a los ojos
y murmuro sus propias palabras
en un solo verso un hombre
en un solo verso un hombre
y me decido a escribir ese verso.

Sostengo con mi mirada
la mirada del salvaje
y con rápidos movimientos
tomo la ametralladora
y disparo varias ráfagas
sobre el cuerpo del salvaje
que con los ojos desorbitados
por el asombro
cae
para morir y desaparecer.

Sentado sobre mi cama escribo ahora
con la seguridad
de quien ha llegado a la cima:

Un poeta asesinó su hombre
para escribir este poema
y eso
es un hombre.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

miércoles, 19 de octubre de 2011

NERVIO ANGULAR

Nervio angular torciéndose en recodos.
Lo fue todo el amor, esa caricia boba.
Así fui, medio siglo, el bobo del amor.
Delirante, temeroso de que cualquiera me robara lo mío.

No tuve nunca nada,
sólo la reja que separaba lo mío de lo ajeno.

Embarcado por mi propio delirio
en una gran ola fantástica,
hice un viaje de luz y de palabras,
un viaje a poblaciones sin retorno.

Cuando veía de lejos un ser humano,
me ponía contento, golpeaba las manos
y el corazón me latía apresuradamente,
pero nunca intentaba emocionarme.

Al principio hasta me daba asco,
cuando los hombres se mataban
o simplemente se morían.
Luego fui la queja sin límites.
Quejas del alma quieta, quejido lujurioso,
y nadie me escuchó.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

martes, 18 de octubre de 2011

Cuando ella ponía sus gritos en el cielo

Cuando ella ponía sus gritos en el cielo,
yo la contemplaba como si morir fuera poco
y tratando de imitar sus aullidos de amor,
le gritaba en el cuello: soy tu hombre.

Cuando ella volvía del cielo en llamaradas,
yo la contemplaba como si vivir fuera todo.
Y el fuego de sus ojos anidaba en mi sangre,
su ardiente fe, despedazada en mis ardores.

Después, diluídos sus gritos, ojos cerrados,
entrábamos en la vasta zona del silencio.
Un cigarrillo o dos, alguna palabra distraída.

Después, aún. agotadas la comida y el agua,
agotados los suspiros, los fuegos, los ojos,
nos corríamos, vivos y muertos, hasta el amor.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

lunes, 17 de octubre de 2011

CANTO QUINTO

La ciudad sigue gris
cuando escribo lentamente mis versos.

La época del sol,
era en antaño,
recuerdo sus fulgores,
ácidos amarillos contra los ojos ciegos.
Ahora en la ciudad,
del gris intenso,
escribir lentamente mis versos,
ya no alcanza.
El escritor,
altera sus sentidos,
el escritor,
sabe que fueron necesarios,
un siglo entero de mujeres,
cinco siglos de dios,
para que el poeta se deje llevar,
para que vuele.

Miguel Oscar Menassa
De "Canto a nosotros mismos también somos América", 1978

viernes, 7 de octubre de 2011

PERKINS

Él era como dios
pero decir que estaba en todas partes,
[era poco.

Con su corbata negra, con su camisa de seda
[natural
parado
en plena mar
en el centro del barco ballenero
él, era el mariscal del aire.
Del aire, os digo, por su elegancia al respirar el mar
al tenderse, al detener su cuerpo marino
como un alga o como una madrépora.

De una elegancia de una deshonestidad
para guiar el barco ballenero.

Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970

martes, 4 de octubre de 2011

UTILIZO TODO POR LA MITAD

Utilizo todo por la mitad.
No conozco ninguna máquina, totalmente.
No conozco ninguna obra, totalmente.
No conozco ninguna vida, totalmente.

Yo, también, me he dejado llevar, muchas veces,
por intuiciones, por grandes titulares de noticias.

Hubo cosas que me tocaba vivir,
que nunca quise saber de qué trataban
y hubo comidas exquisitas que nunca probé
y comidas que comía casi todos los días,
que nunca quise saber cómo se hacían
y hubo veces que me la pasaba,
todo el día, cocinando para otros.

Cuando me tocaba triunfar, triunfaba a medias
y nunca llegué hasta el fondo de ningún abismo.

Nunca dejé amarme hasta el final
y, en cuanto a mí,
yo la amaba locamente pero a ratos.

Y hubo círculos que rompían sus límites
y cuadrados que se abrían al mar.

Y, a mí, me parecía todo natural pero a medias,
también, dudaba de que pudiera haber
un amor sin barreras, un alma sin palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

sábado, 1 de octubre de 2011

ADIÓS CULTURA MI SEÑORA

Cuando pequeño escuchaba hablar a los mayores:

Ella, un día, abriría sus puertas,
para que yo entrara, por fin, a la vida.
Joven príncipe entrando al palacio que le corresponde.

Yo crecía
y mis amigos crecían
y todo era esperanza.

Estábamos aniquilados por una ilusión:

Ella un día abriría sus piernas, sus puertas, sus ventanas
y nosotros entraríamos en ELLA como ELLA en nosotros
y, en ese instante, el reino de los cielos en la tierra,
sería la cultura.

Con el tiempo, esperando y haciendo nuestras cosas,
-esperando de día, haciendo nuestras cosas por la noche-
fuimos transformando todas las ilusiones en banderas.

Salimos a la calle para gritar:

¡la cultura es nuestra!

¡la poesía al pueblo!

¡la mujer a la poesía!

Gritábamos de todo, después,
percibimos los aullidos de Hiroshima,
empobreciendo cualquier dolor.
Dejamos de gritar.
Con los dientes apretados,
con una palpitación interior, increíble,
como si la vida fuera eso, apretar los dientes.

En la quietud de ese silencio pasaron años.

Éramos empecinados, amábamos con fervor las ilusiones
y esa pasión entre los hielos,
fuego brutal que aún me sobrevive
y canta en el propio centro del silencio mortal,
-que me sobrecoge para matarme-
una canción,
última entre tus brazos.

Adiós,
viejo deleite cuando niño
y pensaba llegar a las estrellas.
Mi señora, guardaré en mi corazón las huellas
de haber hecho el amor con usted y algún día,
no me lo perdonarán y, sin embargo, me confieso:

Yo fui feliz entre sus carnes de violetas

Cuántas veces un soneto hizo estallar mi corazón de porvenir.

Cuántas veces la armonía, la perfecta armonía, vuestro Dios,
hizo que de mis ojos cayera una lágrima.

Y acunando a mis hijos,
supe recitar, acompasadamente,
de los grandes poetas, los mejores versos.

Y viajé por las sílabas buscando la longitud exacta de la noche.

Y calculé el destino de una vocal durante años.

Y me até a las palabras.

Y viví maniatado entre las hojas de los libros.

De seguir por ese camino me tocaba la gloria,
más, una tarde, inexplicablemente, comencé a crecer.

Las palabras no cabían en las frases.
Las frases se caían de la página.

Mis sentimientos agrandaban el corazón del mundo peligrosamente.

Y al caminar,
tropezaba con las palabras
y caía.

Una
y otra vez.

Y las palabras se metían por mis ojos abiertos
y me dejaban ciego, y ahí,
precisamente, vacío de negruras,
transparencia donde la blancura hace pensar en el infierno,
la Poesía me tendió su mano y en esa algarabía,
-borrachos de habernos encontrado-
rompimos,
trastabillando juntos, todas las barreras.

Ella deformó su ser en el encuentro
y yo,
entregué mi vida en el adiós.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

viernes, 23 de septiembre de 2011

La cruda margarita descubre entre sus hojas su propio fin

Escribir, ciertas noches,
es como jugar al ajedrez,
entre jugada y jugada, entre letra y letra,
siempre hay tiempo para los sueños.
Mortaja y cruz,
pequeñas sandalias descuartizadas,
pequeño pescador ahogado por el peso de la pesca.
Mi cuerpo es débil y deforme,
en el fondo del mar entre los peces.
Mi rostro helado,
violento azul contra las tenues escarchas marinas,
mi rostro,
piedra endurecida por el ir y el venir de las mareas,
mi rostro,
acerado límite donde la verdad se desvanece.
Brújula definitivamente desviada,
toco fondo,
y entre los corales,
abejas y mieles hambrientas devoran mi mirada.
El musgo bajo los pies descalzos tiene un olor a viejo,
a recuerdo infantil en el cordón de la vereda,
esperando crecer,
esperando encontrar algún tesoro en los desagües.
Viviendo cerca de la nada,
nos decían,
cualquier futuro es promisorio.
Viviendo mal,
se tienen esperanzas.

Miguel Oscar Menassa
De “La patria del poeta”, 1991

miércoles, 21 de septiembre de 2011

POEMA

Ojos de azúcar, miel, eterno dolor,
tus ojos militantes, tus tetas,
enloquecidas banderas de alegría,
giros de luz, caliente magnitud celeste,
tu sexo, abierto a los vendavales,
a las borrascas milenarias,
de mi famoso sexo americano.

Serás, fuera de nosotros,
pálida luna abierta,
infinita y abierta, vacía y loca.

Soy lo que del Inca queda para el amor.

Un incendio entre las cataratas,
una piedra grabada con los dientes,
una escritura descomunal entre las piedras.

Soy el que inventó el amor, la muerte del Inca,
un pedazo de cielo triturado por gigantescas olas,
contra los acantilados y el silbido del tiempo.

Miseria y soledad y ¿quién puede más?
Un hambre inmemorial, un vicio:
haber nacido antes, origen del origen,
escritura sobre escritura entre las piedras.

Y, también, tengo en mi tierra:
olivos
y azúcares
y malva
y rojas manchas de sangre entre las letras.

Apasionado cantor, obrero del verbo,
soy el que se mueve por encima de todo.
Más allá de los Cristos y de los Himalayas,
vuelo más alto que los jinetes de la muerte,
porque vuelo en todas direcciones.
Soy el que se bambolea de un lado para otro.
Un verdadero juego de azar,
sin principios, sin fin, sin ilusiones.

Ni siquiera un camino más corto para llegar.

Buscad, entre las perlas del profundo mar,
entre las caracolas, las huellas de mi paso.
Olímpica llama de amor,
en el fondo del mar.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

domingo, 18 de septiembre de 2011

LIBERTAD DIVINO TESORO

Soy un hombre de ciudad,
un hombre,
condenado a vivir entre las piedras.
Crecí entre el percal de los vestidos
y las babas de una señora inalcanzable,
la libertad.
Crecí sin vida interior,
en el pecho llevo un farol,
pequeña, simple luz y escribo versos.
En mi ciudad
cuando mueren algunos, alguien canta,
tenue luz,
murmura por las noches una tristeza,
un vendaval de furias,
repetición donde la muerte tiene su palabra.
De niño me dijeron que amáramos a Evita
y Evita estaba muerta
y yo la amé como se aman las sombras de la noche
y entre sus brazos y las sombras seríamos millones.
Un recuerdo:
fue muerto por la espalda, mi primo, Miguel Ángel,
como se mata a quien no se puede soportar la mirada.
Cuando murió Miguel, mi primo hermano, tuve un dolor,
una claridad definitiva y, sin embargo,
al otro día amanecí cantando.

Me fui quedando ciego,
de ver morir, de mirar matar,
de ver pasar a tanta gente indiferente.
En los ojos tenía gotas de sangre,
ardientes manchas de violencia en mis ojos.
Un odio, un amor, una lejanía sobre todo.

Bramidos ocres, quejidos de la bestia,
destrozados por la ilusión de ser,
por la ilusión de comerme las flores
y tus ojos
y las cosquillas en tus pies
y mis feroces mordiscos en tu sexo,
como si tu sexo fuera el fruto perdido del hombre
aquel limón, aquella manzana inolvidable.

La libertad se fue poniendo joyas,
piedras preciosas entre sus blancas sedas
y entre sus carnes, oro.
Se fue tornando inaccesible monstruo de la lejanía
y, entonces, fui creciendo entre las sombras
y entre las sombras amé la libertad:
fantasma acuático,
alondra muerta para siempre,
entre las pieles de vos,
señora lejana, perdida libertad.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

jueves, 11 de agosto de 2011

BUSCO SIGO BUSCANDO


Busco sigo buscando
entre las esperanzas.
Ato mi razón
descuelgo de ella
un sinsentido.
Te escribo
dejo pasar
entre las teclas de la máquina
los afectos más reprimidos.

Hoy estoy ágil
como una paloma entre los buitres
como una paloma decapitada por la paz.

Un ajetreo en mis entrañas anuncia
el espacio nocturno para mis ojos
Fuera de mí volando a ras del cielo
desorbitados a punto de caer.

Bebo inmaculado licor
entre tus piernas de gacela perdida
de gacela abierta a los manantiales
de gacela estropeada por la ciudad.

Busco entre los recuerdos
una esperanza
y no encuentro recuerdos.

Escribir, también, contra mí mismo.
Tanta locura
tanta alegría en medio de tanta locura
más que tocar fondo
me elevo entre los astros
espuma de cielo
me dejo comer por el vacío.

Soy una de las últimas astillas
de la tierra
ya no puedo volver ni detenerme.
Hacerme fuego es mi destino
incendiar, también, el universo.

Fresas y fresnos marinos trópicos del deseo,
aleteo fugaz contra las olas y los vientos.
Me imagino sentado en una silla para siempre
ligando el mundo apasionado entre mis letras.

Páginas como gigantescas olas oceánicas.
Lento devenir entre las letras
como si fuera entre montañas y
valles de sol y ríos desolados
cortando las ciudades del amor.

Tejo una red de versos incalculables,
teja conmigo amablemente en el deseo
y deje que sus ojos se vuelen de sí.
Hágase universal
recorra el espacio celeste
en el poema
cielo y vértigo
para sus ojos desorbitados
y ahora puede decirle a su mujer:
Te escribo
ves
te escribo en las paredes
pongo tu nombre ciego
en las paredes.
Viajo con destreza
por tu piel
toco el Universo.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

martes, 9 de agosto de 2011

IN MEMORIAN


Al Capitán Cat
A Perkins
A Morgan
sobre todo a Morgan

Por tu culpa y a causa de mis ganas
intento
saltar desde la nada
de donde vocifero que alguna vez
hubo de ser cosa de todos los días
eso de andar colonizando
mares desconocidos o tierras predispuestas.

Saltar desde la nada
te digo
hasta tu juventud
para que sea la violencia
por mis palabras como tambores locos BATIENDO
ENSORDECIENDO
EMBRUJANDO TU NOCHE
CAPITÁN CAT

Angel del cielo, caído para siempre
sin pasaje de vuelta
Morgan, perdido para siempre en la tierra
Sin guía de retorno
Condenado a detener el mundo
a causa de la ferocidad de tus manos
PARA QUE YO PUEDA BRINDAR
sin que me lleve el viento
sin caerme en algún giro sorpresivo de esta tierra
emputecida ahora por el dolor
de tenernos encima
montados a caballo
CAPITANES DEL MUNDO

Por el crecimiento de tu barba
Por las naranjas salvajes del Canadá
Por los indios muertos en el Cañón del Colorado
¿Recuerdas?
El 14 de mayo de 1874
por un mal movimiento del jefe de la tribu
perdieron el equilibrio
se les llenaron los ojitos de tierra
la cabeza de pensamientos
murieron de un golpe de calor
calor a la cabeza
en pleno cañón del colorado; ¿te das cuenta?

Por el verano junto a Rimbaud cerca del mar
Tendré oro, seré ocioso
y brutal, nos decía.

Por tu mano derecha
la que te apoya a veces en mi hombro
la que te da vino, la que te pinta
la que te toca a un metro de distancia las pieles
[compañeras
Por el dedo medio de tu mano derecha
COLOCADOR DE PERLAS
Por tu prestigio como encontrador de túneles
sospechosos
de cavernas cerradas a la vida
-por alguna desgracia personal de la infancia-
Por el sol de noche que te prendí en el rostro
Por las palabras que te di en el testus
que casi te lo rompo
Por las amarras sueltas
PERKINS

Desde la vida donde reino
cantor de los cantores
lanzado por una contracción de la tierra
preñada para siempre
hasta tu juventud
para que sea la violencia del misterio
Brindo por tu crueldad, por mi crueldad
POR LAS PALABRAS COMO
TAMBORES LOCOS
Por la belleza en la longitud de tu rostro.

Y pregúntame por el amor,
ahora
que me brotan claveles en las manos
claveles apacibles para engañar al enemigo
claveles rojos, pardos, CLAVELES ASESINOS
claveles sin piedad, claveles brutales
para ponerse en el ojal y hacer de TURROS.

Y dale pregúntame por el amor, ahora
Que te cuento las peripecias de Perkins en el mar
PIRATA MORGAN

Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970

sábado, 6 de agosto de 2011

DEMONIO DE LA MUERTE

Tengo para entregarte mis endemoniadas pasiones,
mi carne joven quemada por el viento,
para nombrarte
reservo por si acaso
mis palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "Salto mortal", 1977

domingo, 31 de julio de 2011

LA PRIMERA INQUIETUD

En las mañanas de febrero
mes de las uvas casi todos los años
mes de las lluvias en algunos años como éste.
Cansados, percudidos por este calor insoportable
que no aguanto más, querida mía.
Alegre o desconsolado, sólo en la ciudad miserable y querida,
esperando la muchacha prohibida para el juego que haremos.
Sorprendidos
enteramente sorprendidos de nuestra indolencia
de nuestra falta de crueldad para el amor
para la firme juventud de ahora.


Febrero llueve la ciudad
maldita enamorada
dulce ciudad de Buenos Aires
donde en las mañanas uno puede
hacerse a la tarea de los nombres definitivamente aprendidos
a la tarea, de no te vayas querida
ven, juguemos juntos a la mujer y al hombre.
Desesperados. Atormentados. Enamorados. Libres.
En esta tierra ahora,
donde la lluvia hace verdes tus olores, el corazón
el exacto momento de las maravillosas palabras.

Comenzar.
Arreglar los miedos a la medida del amor.
Las lluvias a la medida del amor.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

martes, 19 de julio de 2011

La mujer y yo - 22 -

Soy un cobarde, me digo al levantarme,
cuando me pongo a escribir no puedo,
luego escribo pero ya no soy yo.

Como me pasa a mí con el cuerpo,
cuando me acaricias no siento nada
luego mi cuerpo se pone loco de pasión
pero ya no es mi cuerpo.

Podríamos decir, le digo entonces,
que poema y amor es otro
el que por mí lo hace.
Sentirás el amor en tu cuerpo
y pondrás tu nombre al final del poema
pero vaya a saber qué fantasma o sombra
hizo ese amor, escribió ese poema.

Una vez, recuerdo, un gran marino
se posó en mi mano derecha
y escribí versos donde el mar me amaba.
Y con la mujer del aliento perdido
fui todo el tiempo viento desesperado
y nunca llegamos al amor o a la letra
pero rompimos la montaña, hicimos la noche.

Recuerdo, recuerdo, dijo ella,
cuando fuimos esas águilas fusiladas
y tu escribías de nuestra patria
y del dolor
y de la sangre caída inútilmente.

Sí, mi querida, mi pequeña,
es cuando el amor me atropella
que puedo amarte, dejarme poseer
y ahora, como un indio resignado,
dejo caer la pluma y sueño
que soy libre y feliz.

Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003

viernes, 8 de julio de 2011

Despierto, querida, ciego

Estoy despierto, estoy despierto,
pero hay horrores que me ciegan.
Sangres, violencias, odios meditados.
Ver como huele todo el mundo a podrido.

Ojos destrozados por la llovizna atómica.
Tus besos doloridos, tus hijos extraviados.
Estoy despierto, estoy despierto,
pero hay horrores que me ciegan.

Ambición desmedida, la codicia, la mugre.
La explotación, la esclavitud, la mierda.
Tu sexo dolorido, tu asco, tu vergüenza.

Tu vientre partido por la duda.
Estoy despierto, estoy despierto,
pero hay horrores que me ciegan.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

jueves, 7 de julio de 2011

SINIESTRO FUE EL AMOR QUE ME TUVISTE

Siniestro fue el amor que me tuviste.

Querida, lo recuerdo,
eras como un tambor enloquecido
golpeando sin piedad, llamando a la muerte.

Mi amor fue todo lo que pude con mi canto.

Hoy ensayo para ti, acústica serpiente enamorada,
una voz gutural, ardiente, una voz poco común:

le di, le di con un martillo
le di, con intención de darle.

Apreté su cabeza, su corazón,
sus ilusiones entre palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

domingo, 3 de julio de 2011

LA CALESITA JUEGO PARA NIÑOS

Recorrer las calles de mi barrio
sueltas las amarras de mi niñez
no es mi oficio.

Camino con los hombres hasta cansarlos
de tanto hablar de la ciudad
que cada día descubro
en mi amada tímida y de la provincia
en mis amigos
que se toman sus vinos y sus mujeres.
En la capacidad de la tierra.

Salto, desato el corazón
y empecinadamente invento
gestos y palabras para el amor
como los pescadores del pueblo de mi padre
redes y barcas para la pesca.

Padre ya no tiene su juventud en casa.
Su pueblo y las mujeres de su pueblo
se han perdido en Buenos Aires.

Esta ciudad que conozco no es un juego para niños.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

jueves, 30 de junio de 2011

ELLA NO ES UNA MUJER, ELLA ES MI AMANTE

Dueña de mi locura, mis besos, las últimas vergüenzas
los últimos escalofríos del asco:
mis dientes podridos y, además,
el borde preciso de la noche, el silbido más alto
Mi odio, celeste, abierto contra ella, mi amor,
mi pequeño cuerpo enamorado, mi fiera mansa
mi serás otra cada vez, mi cosa humana.
Mi dueña, amante de mi pequeña beldad,
dueña de mi casa como de mi luz.

Ella es un claro desafío, una valiente manera de vivir
Una cueva de ratas,
una pasión,
vientre animal, carne caliente de deseos.
Una carne abierta, próxima al cielo,
intemporal,
sin ritmo,
sólo ruido y misterio,
silencios de los silencios y miseria.

Un temblor sin fin,
carne sin medida, muda y abierta,
invitación para los ensueños.
Carne que sólo canta con mi voz.

Carne que sólo alcanza sus límites con mi nombre
Carne desmesurada, sanguínea, empolvada de olores
una especie de vida permanente.
UN IMPOSIBLE.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

martes, 28 de junio de 2011

Poesía y Flamenco

http://www.youtube.com/watch?v=2CYEK_cvYWQ

Recita: Miguel Oscar Menassa
Baila: Virginia Valdominos
Guitarra: Kepa Ríos

viernes, 24 de junio de 2011

Sábado, 7 de octubre de 2000

Querida:

Haber inaugurado con las tres cartas anteriores mi espacio en Internet, me ha llenado de un nuevo entusiasmo, sentir que sentado cómodamente en un sillón, especial para estar sentado, pueda poner mi palabra al alcance de infinitas escuchas.
Algo así como un nuevo amor. No me importan mucho los resultados, sino la práctica del nuevo amor.
Poder decir algún día: Una vez, yo tuve un nuevo amor y me dejé llevar por unos pobres besos hasta la muerte, casi hasta la locura.
Y todo fue el color de mis apetencias. Y respiraba para que existiera el aire y abría mis ojos para que el sol no dejara de brillar.
Y tocaba con frenesí la guitarra de mis amores muertos y era un quejido insostenible, mis propios versos se dejaban caer como flores marchitas, abrumados por el peso del amor. Era un borde donde había un dolor a punto de romperse, un dolor perdiéndose, el nacimiento de una nueva vida, un dolor muerto.

Miguel Oscar Menassa
De "Cartas a mi mujer", 2000

jueves, 16 de junio de 2011

Que harán, querida, conmigo

¿Qué harán, querida, conmigo?
Conmigo que no quiero volver
y si quisiera, mi ciudad,
la roca, partiría su corazón.

¿Qué harán conmigo?
Me escribirán postales donjuanescas,
donde el progreso se come los paisajes?
¿Escribirán, acaso, grandes poemas,
para que resuenen en mi locura,
las palabras de la alegría?

¿Serán capaces de leer mis versos?
¿Me olvidarán entre los desaparecidos?
¿Me darán un lugar anónimo entre los muertos?

Soy el muerto que escribe,
el muerto que no vuelve,
el peor de los muertos.

QUERIDA, ¿qué harán conmigo?

Poeta enamorado de la noche universal,
vengo de un sur soñado que ya no existe.

No tengo patria, ni religión, ni dioses,
¿Qué harán con mis tambores de locura?
¿Cómo apagarán el incendio sonoro de mi canto?
¿A quién le pedirán que condene tanta libertad?

Tengo vicios sencillos, quiero quedarme,
en mi casa, en Madrid, en mis amores.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

miércoles, 15 de junio de 2011

EL PEDAZO DE TIERRA

El pedazo de tierra
en el fondo de la casa
en mi barrio
donde él
trataba de creer
que vivía en el mar.

Viejos ciruelos
brotaban de la tierra.
cual gigantescas olas de sal.

Una mesa recordaba
los antiguos templos de piedra.

Su rostro entre los árboles,
frutos maduros
y capullos de porvenir
desprendía los perfumes
propios de la tarde.

Su voz
mediterránea
era lenta y pesada
entre las inseguras
estrellas marinas
negro coral
universal
palabra de la noche.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

lunes, 13 de junio de 2011

El hombre y yo -4-

Niño y anciano
preguntándose, al unísono,
los acordes posibles
del mundo en que vivimos:
Parece que la vida no comenzará nunca.
Parece que la vida ya se terminó.
No se cuál de estos hombres
será mi dueño un día
mas comienzo diciendo una verdad:
la lucha es cruel,
las ambiciones imperfectas.

Miguel Oscar Menassa
De "El hombre y yo", 2005

miércoles, 8 de junio de 2011

ESTA VEZ TAMBIÉN HICIMOS EL AMOR EN BUENOS AIRES

Esta vez, también hicimos el amor en Buenos Aires.
Con sencillez clásica la besé en la boca con ternura.
Dejé caer mis manos en la calle abierta de sus nalgas
y ella tembló, dispuesta al goce claro, diáfano de amor.

A la calle, a la calle, gritaba ella cuando nos besábamos.
A la calle, a la calle, le respondía yo, tratando de arrancar,
de sus tetas enamoradas, sonidos como de magnolias antiguas,
abriéndose, salvajes, de un día para otro, al universo.

A la calle, a la calle, se dejaba filtrar por la ventana
y eran miles y miles, haciendo con nosotros el amor
y su cara era la rosa de los vientos, el aljibe del tiempo.

Basado en mi costumbre de interrumpir el goce, para multiplicarlo,
detuve todo el cuerpo en mi sonrisa iluminada y en plena calle,
entregados totalmente, sumisos, a la Patria, hicimos el amor.

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

lunes, 6 de junio de 2011

No tengo que decir lo que me pasa

No tengo que decir lo que me pasa a nadie.
Tengo que vivir oculto en sombras del olvido.
No hay español que pueda soportar sin irritarse,
que de Argentina, Buenos Aires, venga este portento.

Voy por la calle tratando de no hablar, no decir,
palabras que contengan algo de lluvia, algo de cielo,
palabras que puedan hacer dudar al transeúnte, ciego,
de mi precaria identidad, conseguida a los gritos.

Cuando beso a una mujer de España, en plena boca, con amor,
le digo que se calle, que no hable, que se olvide del beso,
que nadie sepa del calor intenso que traigo en mis entrañas.

Que a nadie le diga de mi amor, de mis maneras del amor,
que por favor se olvide, que en silencio deje volar el beso,
que ningún español llegue a saberlo nunca, que se mate.

Miguel Oscar Menassa
De "Un argentino en España", 1987

domingo, 5 de junio de 2011

EL HOMBRE VUELVE SIEMPRE SIEMPRE VUELVE EL AMOR

Volver para atrapar en el abismo tu risa del amor.
Risa furtiva,
encuentros a flor de piel fuera del tiempo.

Inconcebibles figuras,
floresta brutal donde se oculta el pálido estallido.
Un bien, un mal, una tenue esperanza
y, al final, los besos a tierra.

Toda la alegría de morir por vos
intensa, ciega,
color de claveles en plena primavera.
Un color natural,
tu boca,
tus dientes,
tu blancura infernal,
virgen del ocio, virgen de los flujos.

Miguel Oscar Menassa
De "El amor existe y la libertad", 1984

jueves, 2 de junio de 2011

HAY DÍAS COMO HOY

Hay días como hoy que no pasan nunca.

Son días como una espesa niebla
en la garganta, al borde del abismo.

Esos días de Freud frente a la angustia
de no poder saber, exactamente
hasta más adelante.

Esos días inolvidables de César Vallejo
enfrentando a la muerte con el crujir del pan.

Esos días de la triste cerveza
donde algún poeta pobre, mediocre o muy sentimental,
se dio cuenta que en el siglo que viene
nadie lo leería.

Esos días donde se rompe el alma
para que las palabras alcancen el poema y, también,
esos días donde el poema nos abandona,
definitivamente,
para inventar el alma.

Hay días como hoy que no pasan nunca.
Son días como en la guerra
cuando la mujer del enemigo me enamora.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

miércoles, 1 de junio de 2011

Amor perdido. Mi hijo Pablo - I

A veces te molestaba mi vejez,
mis pasos cansados, tangos tristes,
mi manera de contemplar la vida.

Corrías apresuradamente de un lado para otro,
pensando sólo en transformarte, en crecer,
aceleradamente, para ser viejo como yo.

En ese viaje de crecer para alcanzarme,
en una noche aciaga topaste con la muerte,
envejeciste de golpe, más que yo, me pasaste.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995

martes, 31 de mayo de 2011

MI PADRE HABLABA DE SU MAR ALEGREMENTE

Mi padre hablaba de su mar alegremente.

Del mar de mi país puedo decirlo todo.
Hablar de sus colores y de su mansedumbre.
El mar de mi país parece una pradera.
Crecen en plena mar acacias y malvones
como en la casa del abuelo Antonio.

Esa pradera azul estalla de colores
cuando en primavera florecen sus mujeres.

Al alba tendían las redes tejidas en el hogar
a mano por viejas mujeres con ropa de seda
y grandes peinetones de marfil;
que nunca, dice mi padre, ni aún en las fiestas
besaban a sus hijos varones.

Cuando los hombres volvían con sus presas del mar
cobraban su sentido aquellas ceremonias.

Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador", 1975

sábado, 28 de mayo de 2011

Escribir, querida, un poema

Escribir un poema deseo con mi cuerpo,
arrancar de la valiente mirada del amor,
palabras, vientos, mínimos acordes de paz.

Envuelto en llamas, sangrante el alma,
incendiado por mi ternura contra mí,
estuve a punto de condenarme a muerte.

Luego abrí en el propio centro del silencio,
mis antiguas y fuertes alforjas marineras
y dejé caer entre los muertos, mis palabras.

Vi cómo se revolcaban inquietos en sus tumbas,
gritando asustados por mi presencia cantarina,
por mi voz de coral.

Sus huesos, querida, se partían, amor,
como el cristal se rompe con el canto,
límpidamente, abierto a sus sonidos.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

jueves, 26 de mayo de 2011

ARRANCAME LA VISTA, AMADA

Arráncame la vista, amada, le dije sin mirarla
y ella, acostumbrada a mis palabras, bajó el telón.
Quedamos, al besarnos, de este lado del mundo,
sin ver lo que pasaba, sin mostrar lo que hacíamos.

Devuélveme la vista, amada, le dije sin mirarla
y ella, acostumbrada a mis palabras, subió el telón.
Quedamos, al besarnos, de ese lado del mundo,
lo vimos y lo mostramos todo, mas todo daba igual.

Déjame como estoy, no toques mi delirio.
Algo te doy amándote y nadie se da cuenta.
Algo me guardo para mí del amor pero no siento nada.
No somos náufragos perdidos, aún no hemos partido.

Aún, amada, nadie ha llegado al puerto
y al llegar no habrá barca esperándonos.
Sólo la bruma de la orilla espera,
sin novedad, sin mundo, volvemos a la página.

Ya fuimos ciegos, ya fuimos videntes,
ya dimos de beber a quien no amaba el agua,
nos sentamos a comer en la mesa de los ayunadores
y una cama vacía de amor la llenamos de lágrimas.

Ya fuimos la luz que no se enciende
aunque de golpe aparezca Aladino.

Ya fuimos los condenados de la tierra
y el dolor de quien nada tiene para sí.

Somos, ahora, como los árboles perennes
que una vez plantados no dejan de crecer;
más allá de los soles, del viento, de las lluvias,
más allá de los tiempos, del amor, de la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

martes, 24 de mayo de 2011

SALOMÓN

Salomón, hijo de David, ejecutivo poderoso en su época, conocedor de las lenguas de todos los animales de la tierra y del cielo.

Posó, un día, en la palma de su mano derecha una pequeña hormiga y le preguntó: ¿Quién es el más grande de la tierra? La hormiga, que todavía era totalmente derecha sin cortes en su cuerpo, pidió a Salomón que levantara su mano un poco más arriba, un poco más. Cuando la mano de Salomón estaba por arriba de su cabeza, la hormiga le dijo: Tú eres verdaderamente grande, pero yo lo soy más, porque estoy por encima de tu cabeza.

Sin sonrisas, Salomón sacudió la mano, y la hormiga cayó sin mayor ruido a la tierra, y maldijo Salomón a la pícara hormiga, condenándola a vivir casi partida por la mitad.

Moraleja: Un ejecutivo es siempre un ejecutivo.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

sábado, 21 de mayo de 2011

DEMONIO DEL NACIMIENTO

Venid blanco demonio
el manantial donde florecen las madréporas
espera nuestro abrazo final.
Nazco
y el estallido de la sangre
ciega tu ser.

Miguel Oscar Menassa
De "Invocaciones",1978

miércoles, 18 de mayo de 2011

Aforismos y decires [1958-2008]

670_ Acércate, le dije,
y memiró con odio
sin entender que le decía: acércate.

Miguel Oscar Menassa

martes, 17 de mayo de 2011

CANTO UNDÉCIMO o CANTO FINAL

Esclavos,
y sin embargo,
soy un escritor.
Sólo quiero,
sus hambrientas miradas sobre mí.
Sólo quiero,
-para el último poeta de occidente-
un verdadero lujo:
Testigos,
billones de testigos, para el canto final.
Y el atrevimiento,
es insospechable
porque ahora,
debo escribir,
nuestro canto final.
Famosos rugidos,
quiero,
salvajes voces,
para que el poeta,
pueda lo imposible:
cagar en el baño,
comer en el comedor,
morir en una cama,
y un diploma de algo,
no le vendría mal.
La impunidad es necesaria
La bestia,
que descanse tranquila,
que muera en paz.
El circo,
sólo necesita
su pasado.
Ya lo sé señores,
la libertad,
no existe.
Lo dije yo mismo,
pero el poeta,
ama la libertad.
La lujuria,
un beso en las sombras,
y entre las sombras,
el arcoiris,
y en medio del arcoiris,
Picaso,
tu paloma,
tu blanca paloma de la paz
y su tierna mierdita,
sus celestiales cagaditas,
exactamente,
sobre nuestros ojos.
Y para que se entienda,
lo digo claramente:
Amo la libertad.
Basta de muertes.
Tampoco por la patria.
De mirarnos largamente en los espejos,
y del amor,
y de la muerte,
ya estamos podridos.
Sabemos,
que el aire libre,
el sol,
también tienen sus víctimas.
Sus locos amantes,
sus empollados místicos,
los dispuestos a todo por el sol,
la rica gente,
los que debajo de las llagas,
gozan,
buena salud,
una salud profunda,
individual,
a solas.
Las llagas y el olor a podrido,
dicen,
sólo una moda,
simplemente una crisis del sistema,
un amor de verano,
una rápida y finita fulguración.
Pero el otoño volverá
y caerá
quien tenga que caer.

Lo único perenne,
nos dicen,
la frondosa telaraña,
las mallas imperceptibles,
oblicuas,
donde el hombre,
pierde,
sus sentidos.
Tienen razón señores,
el poder es vuestro,
pero al poeta,
nada le importa,
el poeta,
ama la libertad,
La belleza de nuestro viejo trigo americano,
creciendo por doquier,
el pan amable de los incas.
Los sexos multicolores de nuestras tierras vírgenes
y nuestros famosos indios sin dios,
los tercos guaraníes,
los que entregaron todo mansamente,
para seguir,
hablando de la libertad,
Reyes del verbo.
Y se arrodillaron frente a la cruz,
porque bajo ese cielo,
daba lo mismo
hablar del hombre o de los dioses.
Después,
murieron todos.

Cristo crecía,
-entre las duras piedras de los andes-
sellando el increíble
destino americano.
Oscuros cañones,
armas sofisticadas,
las más feroces radiaciones atómicas
y todo,
contra el preciso órgano de la verdad,
contra nuestras propias
y amadas,
cuerdas vocales

Era necesario,
acallar,
lo estrictamente humano.
Murieron todos.
La sangre,
dio sus frutos
y fue,
el viscoso alimento
de las pequeñas criaturas,
y de los campos.
Crecieron,
salvajes plantas,
una tercera fuerza incontenible.
Una raza de fieras.
Sin ningún territorio para vivir
y por eso,
amantes de la libertad,
de la palabra inalcanzable,
de la terca
y violenta creencia,
que todo cambiará.

El odio
fue necesario para vivir,
la vida alegre,
una esperanza.
Nos obligaron a tener pudor,
nos inventaron extravagantes ropajes,
para ocultar nuestra belleza.
Ella,
se dice,
era insoportable,
una belleza humana,
un ansia por vivir,
una pasión irremediable.

Opusieron
al canto de nuestros sexos al aire libre,
las marchas nupciales,
el bautismo,
el sórdido ruido de metralla,
y sin embargo,
el poeta,
ama la libertad.
Quiere volar,
quiere,
decirlo todo.
Inventaron para la libertad del poeta,
los espacios reducidos,
las cárceles,
un lugar en la cultura.
Lo destruyeron todo
y sin embargo,
el poeta,
ama la libertad.

El ronco murmullo de las palabras hasta el paroxismo.

El poeta,
sólo quiere cantar
y América,
canta en el poeta.
Pedimos,
un sitio para vivir,
un espacio para nuestros gritos,
mansamente,
pedimos el poder,
Somos,
los desposeídos,
los que fuimos privados,
despojados,
de nuestra historia y de los frutos.
Invento de la modernidad,
fuimos,
el nuevo mundo,
el manantial ardiente
y los misteriosos
y salvajes néctares,
para que los señores gocen eternamente.
Y todavía,
el poeta, ama la libertad.
Un acuerdo definitivo entre nosotros:
cortar los flujos,
para que el enemigo,
muera de vejez.

Miguel Oscar Menassa.
De "Canto a nosotros mismos también somos América", 1978

lunes, 16 de mayo de 2011

LA MUERTE ME ACOMPAÑA

25 de Abril de 1982

Soy un gusano vil tratando
de arrancarse el pellejo
que por otra parte
todo el pellejo es él.

Cansado de bucear para adentro.
Inmóvil.
Apresado por la falta de cielo
de tanto bucear para abajo.

La ropa raída por las excavaciones
la vista cegada por el polvo marino
y las circunstancias.

Sé que otras injusticias
han caído sobre mis ojos
para cegarlos en mi ausencia.

Con los ojos raídos de no ver
con las manos atadas a la espalda
por las dictaduras.
Habitante del sur
tengo las piernas cortadas
por las democracias.

Así que ahora en un bar céntrico de Madrid
me sentaré y esperaré que todo se destruya.
Después elegiré entre los escombros
las piedras fundamentales de mis versos.

Comenzaré diciendo: Soy el Poeta.

Europa habrá de morir entre mis brazos
entre los sonidos
de mis pequeñas garras latinas.

A solas con la muerte
en la plena llanura nacarada
soy el jinete muerto que galopa y
el impacto fatal sobre el jinete.

Soy el caballo negro que galopa
y el mar abierto
a las latitudes de la locura
a lo simplemente desconocido.

Soy el vértigo de las palabras
que nunca me pertenecerán
y ella la que me acompaña
la muerte.

¿Qué quieren de nosotros?
Yo soy un gusano vil
y ella mi baba.
Arpegio
nota dejada de lado
y ella un territorio
donde sólo la muerte hace el amor.

Soy un artista
un hombre con sentimientos
flojos
intercambiables
afán de lo distinto
y ella es el arte
que al saberse superior
es indiferente a todo.
A veces vamos por la ciudad
como si Ella y yo
fuéramos el mundo.
Se dan cuenta
qué ferocidad raída
qué mirada ciega.

Y Ella me compra manzanas
y yo me las como
como si Ella fuera mi madre.
Se dan cuenta
qué sagacidad
qué bruma.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

domingo, 15 de mayo de 2011

EL TERROR DEL PUERTO

Las casas se desprendían hacia el mar
como palomas
sacudiendo sus ventanas
hacia la calle
hacia la ciudad.

Los muchachos pecaban misteriosamente
en sus cuerpos
esperando que alguna sirena tipo francia
los atrapara, para amarlos
en el fondo del mar

(ella podría besar sus hombros desnudos
y hasta sus sexos deslumbrados,
por esa voz que desconocen,
salada por el mar,
diciéndoles palabras terribles
para sus años)

Algunos hombres silbaban.

Muchachas extranjeras
no vírgenes, pero pulcramente vestidas
miraban el mar.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o como desesperar a los ejecutivos", 1966

sábado, 14 de mayo de 2011

LA MUJER Y YO -44-

Ella no me quería enjuiciar,
solamente a mí, ella quería
enjuiciar a toda la humanidad.

A veces, éramos como dos camaradas,
Ella, en esos momentos, se ponía nerviosa
cuando yo la trataba como a una mujer,
después, cuando estábamos en la cama
se enojaba si yo le hablaba de la guerra.

Delante de los niños parecía una madre,
normal y hasta corriente, cariñosa.
Después, cuando apretaba entre sus dientes
alguna bandera de pan y libertad,
era una verdadera pantera enamorada,
siempre más veloz,
más inteligente que su presa.

En medio del campo de batalla,
parecía una verdadera diosa del aire.
Ninguna guerra se animó a matarla
y ella solía florecer en plena guerra.
Desde temprano a la mañana
enardecía a los soldados jóvenes
y ponía en alerta a sus superiores.

Ella era, en realidad,
el espíritu de nuestras armas,
sin ella
nuestras armas perdían eficacia,
sin ella
nuestro ejército no existía.

Cuando perdíamos una batalla
ella explicaba que una batalla
no era la guerra y que,
de cualquier manera,
a veces uno, otras veces otros,
alguien tenía que perder.
Cuando ganábamos una batalla,
ella no explicaba nada,
sólo bailaba y bailaba y bailaba
hasta el amanecer, después,
descansaba un día
y, otra vez, a la guerra.

Nadie podía aguantar su marcha.
Destruía todos los ejércitos enemigos
y, también, destruía sus propios ejércitos.

Ella se llama Poesía,
es una mujer
y no quiere la guerra.

Miguel Oscar Menassa
De "La mujer y yo", 2003