lunes, 26 de noviembre de 2012

26 de noviembre de 1976


Comienzo a escribir y siento una ansiedad indescriptible. Se me mezclan y confunden algunos ruidos interiores con algunos ruidos exteriores. Dejo de escribir para prestar más atención a los ruidos.
Voces lejanas can
tan una ronda de paz y, más allá todavía de ese recuerdo infantil sonoro, oigo nítidamente los ruidos que se generan cuando una persona a las tres de la mañana está en el cuarto de baño. Algunos pequeños sonidos como metálicos y la voz siempre cantarina del agua, presencia inalterable, brutal presencia
de mí fuera de mí, perfecto enlace entre mi mugre y el olímpico mar.
Alguien, en el cuarto de baño junto a mi habitación, tomaba agua y hacía buches y después escupía. Se cepillaba las encías con fuerza y después volvía a tomar agua, hacer buches y escupir. De golpe sentí ruidos como que se miraba en el espejo y empalidecía.
Sin moverme del pequeño espacio de mi cama, me sorprende que conmigo viva más gente, pero me sorprende más aún conocer los ruidos que esas personas van produciendo cuando viven.
Esa persona era una mujer, y esa mujer era mi amante y padecía un fuerte dolor de muelas o de encías o de alguna cosa de esa zona de la cara, cerca del ojo, cerca de la nariz, cerca del oído, cerca de la boca, en plena piel. Un dolor tal que, si bien no haría imposible, perturbaría notablemente su capacidad de hablar, de oír, de gustar, de oler, de tocar.
Salió del baño y entró en su habitación y se acostó en su cama. Me acerqué en silencio, me senté al borde de la cama y comencé a liar un cigarrillo de yerba.
- Te traigo medicina –le dije mientras liaba–. Te hará bien fumar.
Y todavía antes de irme, besé con ternura más que con desmedida pasión por encima de las mantas, su sexo y levemente toqué con mis labios su parte dolorida, llegué a sentir que con ese gesto detendría el dolor, y volví a mi habitación. Volver a mi habitación siempre es volver a un mundo que desconozco.
Me recuesto sobre la cama y espero cualquier aparición. Fumo tabaco, porque también me gusta fumar tabaco, y el humo hace más espesa la niebla que me rodea y soñar en esos instantes donde todo es bruma, siempre es lo más fácil. En mi vida actual todo es espejismo, las cosas que soy carecen de ser. Extranjero, poeta,médico del alma.
Ser siempre extraño a mí mismo y enmudecer el alma para que, en ese silencio, se construya un universo humano que no me pertenezca.
Y en esa nada, escribir versos, hasta que la poesía alcance sorpresivamente la cumbre de mi ser y yo me dé cuenta de que ser es imposible para todos.
Después de momentos así, hago como que camino, como que beso apasionadamente a las mujeres en la boca, y me emborracho con los amigos como si viviera la vida plenamente. Y me visto y me peino para salir a la calle, y camino por la calle con elegancia y nunca nadie se da cuenta de que en mí, en el propio tiempo
de mi vida, anidan la bestia y el cantor.
La rauda bestia, embrutecida por el milagro de permanecer durante millones de años siempre igual a sí misma, y el cantor, la voz sonora y material de un humano futuro.
El drama es que ni la bestia ni el cantor pueden reconocer los derechos del otro.
Son dos fanáticos que, si no los detengo, se pasarán toda mi vida luchando en el propio centro de mis palabras, por mi cuerpo.
¿A qué pasión entregar mi cuerpo? Y a veces me quedo largas horas pensando ese problema.
Soy una leve palabra entre desiertos de silencio.
Si la bestia dejara de rugir, me digo (como si fuera posible acallar uno de los sentidos de lo humano), sería un gran escritor.
Si se callara el cantor, me digo (como si fuera posible acallar los gritos de la historia del hombre, pidiéndole al hombre humanidad), sería una bestia inolvidable

Miguel Oscar Menassa
De "Poética del exilio", 2011

domingo, 25 de noviembre de 2012

CARTA


Bienaventurados los que no creen porque de ellos depende la paz.
Bienaventurada tu piel porque de ella depende mi juventud.
Amor mío:
En esta ciudad donde la confusión se encuentra detrás de cada puerta, detrás de cada oscuridad, amor mío; en esta ciudad donde vos y yo vivimos, es decir, donde vos y yo sabemos, está nuestra historia, nuestra infancia, nuestros desagradables brutos interiores, en esta terrible ciudad quiero decirte alguna palabra, mostrarte algún hecho enloquecedor, algo que nunca puedas olvidar.
Decirte, por ejemplo, que cuando era adolescente vendía fantasías en el mercado Inclán, que tomaba bebidas alcohólicas y me masturbaba sin ninguna preocupación. En tanto el amor me acechaba.
Después o antes, en verdad no puedo precisarlo correctamente, escribí mi primer poema. Decía de claridades amenazantes después de la noche, claridades de temor, permanentes claridades y un beso, eso sí lo recuerdo bien un beso en medio de la muchedumbre. Quiero decirte yo le daba un beso a una mujer y la muchedumbre estaba ahí para mirarme, para decirme, que a esa edad, la mía, estaba muy mal que yo besara a una muchacha.
Pero yo sé bien que todo esto no es lo suficientemente terrible para que te parezca misterioso. Vos conocés todas mis palabras.
Antes de nosotros el silencio, después fue fácil aprenderlo todo.
Qué decirte entonces, qué poder mostrarte, para que rías, amor mío, tan fuerte, como para que ya nadie pueda perdonarte.
Cuando tenía ocho años tomé la comunión y me sacaron una fotografía.
Después mi madre, colgó la fotografía en el patio y debajo de la fotografía un cuadrito con flores que decía, nunca te olvidaré.
A esa misma edad jugaba con las niñas de mi barrio, al doctor, al papá.
Los sábados a la noche dormía con mis hermanas y nos mordíamos el culo (este juego, recuerdo, nos hacía reír como locos).
Los animales que más me gustaban eran los caballos.

Miguel Oscar Menassa
De "22 poemas y la máquina electrónica o cómo desesperar a los ejecutivos", 1966

jueves, 22 de noviembre de 2012

ESPERANDO UN MILAGRO



Estoy, en verdad, esperando un milagro. Y no sé si algo ocurrirá.
Una vida casi sin misterios, mi vida es la vida de un trabajador.
Espero el mediodía y el mediodía llega, y como mi comida cocida
casi sin amor, con verduras cansadas y carne, tal vez, envenenada.

Después me limpio los dientes por consejo de una amante madura
y sin decir palabra, porque el amor se quiebra en el espejo rasgado,
pago en Euros mi pequeña comida y vuelvo, algo sumiso, a trabajar.
En el camino me encuentro de golpe con alguna dicha y la rechazo.

La libertad me llama a los gritos, la pobre, alucinada y yo no la oigo.
Escarbo en los bolsillos buscando una moneda para darle a un pobre
y encuentro pequeños pedacitos, trozos de recuerdos, donde el alma
perdida, enamorada de sí misma, no tuvo amor ni odio, ni siquiera pan.

No encuentro la moneda y el mendigo se burla de mi mezquindad.
¿No quiere que le preste, doctor, algunos céntimos? Mañana me lo da.
El hombre es delicado, se rompe al caminar, la noche le da miedo y
sin agua y sin comida, el pobre hombre muere igual que un animal.

Miguel Oscar Menassa
De Al sur de Europa, 2002

sábado, 17 de noviembre de 2012

HOY HAREMOS EL AMOR

Hoy haremos el amor como los altos hornos
que doblan el acero sin dejar de brillar.

Miguel Oscar Menassa
De "Al sur de Europa", 2002

viernes, 16 de noviembre de 2012

Querida:



 Lo comprendo, pequeña, en medio de tanta luz, nadie será capaz de mendigar para velas.

Una vuelta a las más recónditas galerías del recuerdo.
Todo lo que no pudo ser debido a las grandes cataratas del olvido. Aquellas olas, esas vertientes que de iluminarse hubieran sido todo el universo.

Cielos envueltos en dioses alterados por el amor, perfectos cielos cósmicos adulterados por el bien.

Bestias inmaculadas, alaridos del perdido tiempo del amor.
Empecinados, tercos galopes enardecidos de calor y miedo.
Volteretas inquietas, aves de rapiña violadas por la fe.
Viajes perfilándose hacia el futuro, pequeños náufragos.

Ennegrecido pasaje voluptuoso tu cuerpo enceguecido.
Tu cuerpo, esa tierra abierta, sin más, al universo.
Tu planicie de paz en medio, exacto, de tus pechos.
Y el ajetreo violento de tu vientre, abandonándose.

Y soy por último, querida, para despedirme hasta la próxima, un blanco corcel enamorado, de la llanura que recorre con su canto. Un águila que se enamora del viento que, su ferocidad, parte en dos cuando vuela.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

jueves, 15 de noviembre de 2012

POESÍA Y FLAMENCO esta tarde a las 20.30h

FUNDACIÓN PROGRESO Y CULTURA
C/Maldonado, 53 - Madrid
Entrada gratuita
on line: www.grupocero.tv

















Poesía: Miguel Oscar Menassa
Baile: Virginia Valdominos
Guitarra: Kepa Ríos
Jueves, 15 de noviembre de 2012, 20,30 h

miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA VENGANZA DEL NEUTRINO




La tierra será
un hotel de lujo
para los cuatro señores
que apretarán los botones.

Cada uno, cada día,
hará de padre y de madre,
de mujer y de hombre,
y los tres días que quedan
los habrán de utilizar
para quitarse de encima
la radiación general.

Y cuando ya estaban,
digamos, purificados
vino el viento del Oeste
y, otra vez, trajo la peste.

Los neutrones y protones
y hasta, inexplicablemente,
había dos neutrinos
que por la seriedad
se podía pensar
que los neutrinos
por primera vez
estaban en la tierra.

Los dos neutrinos venían
de un agujero negro
que permitía viajar
desde la tierra a plutonio
o de plutonio a la tierra
en 15 ó 20 minutos,
según el conductor.

Los neutrinos estaban
muy asombrados
que la tierra toda
fuera para cuatro.

Cuando los poderosos
llegaron a percibir
que el neutrino lo sabía,
lo sabía casi todo,

el neutrino,
claramente,
debía morir
para no contar
que había visto
cómo cuatro humanos
mataban la humanidad.

El neutrino, escapándose
al saberse perseguido,
se metió dentro de la vaca.

Y la pobre vaquita
se puso muy enferma
y, como trataba
de imitar a los hombres,
los hombres la llamaban
la vaca loquita
y cuando se la comían
se volvían locos y morían.

Lo peor de la historia
es que las vacas locas
eran la comida
de los cuatro del botón.

Y colorín colorado,
este cuento terminó
con la loca de la vaca
bailando de carnavales
y todos los hombres muertos
y los cuatro del botón
muertos por intoxicación.

Miguel Oscar Menassa
De "Canciones", 2010

lunes, 12 de noviembre de 2012

El hombre y yo

11
Nada nos será dado de la libertad 
sin arrancarla de nuestros corazones. 
Sexo que no consiguió 
sino el poema. 
Locura que brilló, 
sólo un instante. 
Fueron palabras 
todos mis odios, 
todos mis amores, 
el sexo y la locura
fueron palabras
hasta la libertad,
sólo palabras.

Miguel Oscar Menassa
De "El hombre y yo", 2005

miércoles, 7 de noviembre de 2012

INVENTARIO



Digiero las esperas
devoro tu majestuoso silencio
y añoro la risa de los días de abril
donde amarnos era, todavía, una promesa.
Y, sin embargo,
por la esperanza de comerme el universo,
me trago los recuerdos de la danza,
furiosa, danza de amor, entre las ciudades,
salvaje, danza de amor, entre los apartamentos.
Estábamos abrazados, contra el viento,
en la desolada ciudad.
Todo era el ritmo de nuestros corazones.
De tanto en tanto,
                          una flor caída,
marcaba el paso de los años.
De tanto en tanto, un sol, una lluvia,
anunciaban, de las nuevas estaciones,
el comienzo.
El día y la noche,
eran el color de nuestros pensamientos.
En los estallidos siempre había luz
y siempre había, para los encuentros de amor
un claro-oscuro en el bosque,
sombras y soledad; tibieza y luz.
Siempre una armonía perfecta para los actos simples
Los actos, querida,
que no podremos inventariar jamás.
Todo fue, humo y alegría.
Misterios.
Todo fue, invisible y etéreo.
Sonoro.
Todo vida.

Miguel Oscar Menassa
De “El amor existe y la libertad”, 1984

sábado, 3 de noviembre de 2012

CARNAVAL 2004 EN MADRID



Somos la tercera edad
y queremos reventar,
de una vez para siempre,
el régimen militar
que nos están preparando
para vivir la vejez.

Hemos descubierto
que nos quieren liquidar,
no tanto porque nos odien
sino porque no habrá pan.

Queremos hacer saber
a los señores ministros
que pan ya hemos conseguido,
y es por eso que venimos
para pedir LIBERTAD.

Libertad sobre los árboles,
en lo alto de las olas,
libertad bajo los pies
de una delicada tarde.

Libertad para el amor
hasta los ciento cuarenta,
y jubilación queremos
después de cumplir los cien.

Señores del Gobierno
y juventud adorada,
escuchad al Viejo Gris
que os dirá una verdad:

Si no nos dan pelota
y la vejez no mejora,
en menos de quince años
tomaremos el poder.

El dinero de Defensa
irá todo a la salud,
y para la educación
cobraremos un impuesto
a todos los ciudadanos
hasta que cumplan cien años.

Y si alguien me pregunta
¿quién cuidará la frontera
cuando venga el invasor?

Pondremos en la frontera
un cantor y sus amores,
que con su canto podrá
con los perros invasores.

Dejaremos funcionando
la cárcel y los hospicios
para que dejen entrar
a los actuales ministros
con el Presi a la cabeza
y su delirio especial,
de creerse con firmeza
que el mundo le pertenece
y que puede hacerlo todo
casado con Jorge Bus.

No, no, no,
esta vez no pasarán,
a la vejez nunca más
un goce le quitarán.

Y dentro de 2.000 años
el mundo reconocerá
que estos viejos gozadores
salvaron la humanidad.

Dieron de comer al pobre,
educaron a los niños,
su lugar a las mujeres
y los viejos al poder.

Pondremos los cuadros
en el supermercado
y los museos serán
las escuelas del Estado.

Todo el mundo estudiará
pintura y declamación,
para que los ciudadanos
decoren su habitación.

Y cantando una opereta
o taconeando una jota,
podremos tocar un tango
y llorar con el violín.

Dejaremos que los amantes
inventen sus propias leyes
para convivir mejor
y, si no pueden siquiera
respetar su propia ley,
cortaremos el suministro
de tanta libertad
y los enviaremos
a la primera escolaridad,
para ver si esta vez
podemos enseñar
a hombres y mujeres
a vivir un poco más.

Miguel Oscar Menassa
De "Carnaval de la Tercera edad", 2011

viernes, 2 de noviembre de 2012

LLANTO DEL POETA



                                                                            A mí mismo
Se solía decir:
este siglo no será posible
sin embargo,
rompiendo las barreras de la historia
y porque ella lo ha deseado para mí,
aquí me tenéis, yo soy un hombre.

Un hombre masculino, atravesado,
por el sonido de su voz abierta.
Mujer, mujer del pan y las caricias,
de las revoluciones y el trabajo duro.
Una mujer construye la tierra donde vivo,
el mar, la plena, rotunda libertad del mar.
Ella construye para mí, el vuelo de los pájaros,
palabras y mujeres, permanentemente,
pero no por mi gracia, belleza inteligente,
una mujer, la Poesía,
sostiene con su deseo inagotable,
infinitas mujeres y entre todas al viento,
hacen de mí esta sustancia incandescente.
 
Un fuego que viene de la letra y va a la letra,
un fuego, una pulsión
y ella abre sus nalgas, abre sus nalgas y sonríe
y un tiempo se detiene en las pupilas del amor
y violentas canciones de cuna nos dejan sin aliento
y el hombre vive y muere y ya no sabe qué decir
y la mujer toca un violín, silencio, interminable,
y se deja caer entre nosotros, tal vez, benéfica,
tal vez, desesperada de tanta soledad,
lo cierto, es que se deja caer entre nosotros
y tiñe con sus movimientos, afines al poema,
toda vida oculta, toda tristeza, la soledad,
con la misma luz de los grandes milagros
para que todo brille con la ilusión del amor,
manantial para el sediento y el incrédulo,
ella es la fe.
Mujer, mujer, escándalo que se apodera de mi ser,
de todas mis palabras, de mis versos más altos
y en esa cumbre del saber humano,
cada palabra, todo poema sangra con tu presencia.
 
Hay hombres,
hay hombres en el mundo moderno,
hay hombres,
hasta yo mismo vivo en el mundo moderno,
pero la mujer tiene, secretamente,
guardada una energía,
inexistente para el hombre,
por eso busco en ella,
- poeta incorregible -
lo perdido, lo nunca hallado,
lo imperfecto que nos hace sublimes.
Por eso busco en ella
y ella que lo sabe hace más de tres siglos,
no deja de producir pájaros en todas direcciones,
mujeres y palabras, algunas para mí, el resto,
para el mundo, si existiera.
 
Una mujer,
Yo soy la noche, me decía,
y la noche es una capa de visón caliente
para la soledad del poeta.
La noche y el poeta juntos,
única manera de atravesar la nada del invierno
y se apretaba a mí con ternura y, yo,
al borde de las lágrimas,
para verla contenta,
haciendo con su deseo el universo,
me oscurecía.
 
Una ella me ama y me consuela,
quiere aprender de mí lo que ella me enseñó.
Otra me muestra todo el día lo estúpido que soy,
buscando todo el tiempo por todos lados una vida,
cuando en ella late con frenesí una vida imposible,
desde mucho antes de encontramos, de conocernos.
Antes de irse habló de la mujer:
construyendo su vida y su alegría
una mujer teje ese sueño, ese destino.
Y yo que soy un hombre,
de verdad, masculino,
porque ella así lo desea con fervor,
me levanto a la mañana y se lo digo:
Allá voy, señora,
tras el latido frenético,
múltiple de tus deseos.

Aunque no te des cuenta,
aunque nadie lo crea,
estás en mí, iluminada,
estás en mí.
 
Y cuando hacemos el amor, ella recuerda:
Qué mal te comportaste con esa coma,
en el cuaderno del domingo, o bien,
los verbos singulares atrapados,
en una adjetivación inconsecuente.
Yo la dejaba recordar, tranquilamente,
y aprendía todo lo que podía,
pero no tocaba nada,
dejaba cada cosa en su lugar.
Esa promesa era el fundamento, sencillo,
de nuestro gran amor:
ella me lo daría todo, todo,
pero yo, no tocaría nada.
 
Yo soy un hombre masculino
y vivo atravesado por ella en mil pedazos,
todo lo que ella quiere encontrar en mí,
lo coloca ella misma, delicadamente, en silencio
y, después, ama con frenesí todas sus virtudes
y yo me dejo llevar por el haz de luz de sus deseos
y no dejo de amar lo que ella construye sin saber,
y no dejo de enloquecerme con tantos pájaros volando,
y no dejo de morir a cada instante entre las letras
y toco, yo también, embelesado, ese violín sangrante,
su boca enamorada, su locura de alas, su pantera,
ese violín sangrante, aullido quieto, desgarrado,
toco su voz marina, su libertad espléndida, su mar,
sus ojos de gaviota desesperada y escribo este poema

Miguel Oscar Menassa
De "Llantos del exilio", 2001

jueves, 1 de noviembre de 2012

7 de julio de 1977


Ahora estoy en una casa de campo, pero dentro de la ciudad. Estamos tratando de comer un asado. Las ideas que tengo, hasta ahora, son poder delimitar el campo Psicoanálisis/Poesía, dentro de la escritura Cero, desde el momento que aparecen como oposiciones dialécticas, o bien como instrumentos de conocimiento que, sobre la locura, el tercer término en cuestión, dirán la verdad o bien la locura, proponiéndose como materia prima y a la vez instrumento de todo modo de creación, sea poético, sea científico.

Miguel Oscar Menassa
De "Poética del exilio", 2011