sábado, 28 de abril de 2012

LE TENDÍ LA MANO

LE TENDÍ LA MANO. LA MANO LE ALCANZÓ
Miguel Oscar Menassa
De "Los otros tiempos", 1970

miércoles, 25 de abril de 2012

RECHAZAMOS LA GUERRA

 
Rechazamos la guerra
todo el tiempo que sea necesario.
Nos callaremos
pero no para siempre.
Ocultaremos nuestra cara
pero no hasta el final.
 
Rechazaremos el amor
todo el tiempo que sea posible.
Nos calleremos
pero no para siempre.
Tendremos una doble vida
pero no hasta la muerte.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo", 2000

martes, 24 de abril de 2012

HOY VINO JOSEFINA



Hoy vino Josefina
para poder decirme
que con un gorila
se quiere casar.

Un gorila tranquilo
que no le hablara
que la dejara morir
sola y abandonada.

Un día el gorila
al volver de trabajar
la vio tan pálida y quieta
que comenzó a llorar.

Mientras lloraba
gritaba en voz alta:
volvamos a la selva,
mi muy amada,
que en medio de Madrid
nadie nos ama.

Quiero beberme el río,
chocar contra las cumbres,
después desfallecer,
caer y al mismo tiempo
levantarme y volar.

El gorila tenía razón
pero Josefina se sentía
muy contradecida.
Entonces se quedaron
viviendo en Madrid.

Ella al poco tiempo
murió de tristeza
y el pobre gorila
algo desorientado
sin saber qué decir
volvió a la selva.

Al entrar en la selva
sintió un escalofrío,
un cazador furtivo
le había pegado un tiro.

Pero en lugar de morir
el pobre gorila se puso a cantar:
Me han torturado
y estoy cantando
no caben dudas:
un hombre soy.
 
Miguel Oscar Menassa
De "Carnaval de la Tercera Edad", 2011

sábado, 21 de abril de 2012

LA MUJER Y YO 25 El cuerpo era una verdad incuestionable pero nadie encontraba la manera de decirlo. Venía, se imponía sobre todo y, al partir, dejaba un temblor en el ambiente que nadie podía reconocer como propio. La tiranía de nuestro cuerpo sobre nuestra vidas, no tenía límites. Cuando estaba presente lo rompía todo con su prepotencia. Ahora a comer, ahora a cagar, ahora a follar, ahora, ya mismo, ahora, comer aunque no haya comida cagar mil veces ese montón de nada y follar en un momento inoportuno y, siempre, con quien no corresponde. Y cuando el cuerpo no está, ahí, el hombre, comprende su esclavitud. Ni siquiera un alma fortalecida por el deseo de amar y la amistad, puede vivir sin cuerpo. Recapitulemos, amada, tú me concedes una gracia y me la chupas, por decirlo de alguna manera, me haces un favor. Con la vida que llevamos en el mundo moderno, yo gozo lo que puedo y te agradezco. Pero esta noche me quedé pensando. ¿Su boca gozará? Fui recorrido por un escalofrío, cuando llegué a decirme tal vez, sólo su boca te ama, tal vez, sólo su boca te desea, por qué no conformarme con su boca, por qué no hacer de esa boca que chupa y que desea todo el tiempo, un monumento histórico y tirar, a los perros hambrientos, con mucho amor, todo el resto. Miguel Oscar Menassa De "La mujer y yo", 2003

martes, 17 de abril de 2012

Amor perdido. La juventud

VII

Somos la noche quieta,
la noche que no se ve ni en los sueños,
la noche partida, despedazada, abierta.
Cuando partimos, detrás de nosotros,
las arenas movedizas se lo tragan todo.

Es para no vernos partir,
que la noche se alumbra de dolor.

Viejos del mar, nos llaman
y ninguno de nosotros ha conocido el mar.
Nuestra penumbra es clara,
el manantial que nos abraza es el suburbio del desierto,
más adentro imposible, más perdidos que nosotros,
más sumergidos en la nada de nada, imposible.

Llegamos a lo más profundo sin hacer movimientos,
hacemos el amor,
prolongando nuestras frases hasta el paroxismo.
Nadie se resiste a nuestra manera de gozar,
por eso quieren eliminarnos.

Miguel Oscar Menass
De "Amores perdidos", 1991

lunes, 16 de abril de 2012

quince - A punto de morir

Cuando tuve la certeza de semejante soledad, sin agua, en el desierto, la arena y yo, yo y el sol y la arena, me volví loca. Y corría y daba vueltas sobre la arena hirviendo y me quemaba la piel y la arena se metía en mis ojos y lloraba y sentía que me moría, de sed, de soledad.
Un viento leve traía un murmullo desde lejos, desde muy lejos que se acercaba a cierta velocidad.
Él me lo había dicho: Cuando sientas en medio del silencio del desierto un ruido que viene desde lejos, busca refugio detrás de alguna duna, porque ese ruido, ese viento es la voz de Dios cambiando toda la arena de lugar.
Me refugié detrás de una gran duna y me aplasté contra la arena y me quité la falda y me tapé la cabeza y los ojos con la falda y esperé, esperé tranquilamente morir en el desierto.
A punto de morir, se calmó el rumor, el viento y en la arena comenzó a escribirse un poema...

Miguel Oscar Menassa
De "La Bella de Día y Jesús", 2011

jueves, 12 de abril de 2012

CRISTO de León Felipe. Las 2001 Noches nº 45

Viniste a glorificar las lágrimas...
no a enjugarlas...
Viniste a abrir las heridas...
no a cerrarlas.
Viniste a encender las hogueras...
no a apagarlas...
Viniste a decir:
¡Que corra el llanto,
la sangre y el fuego...
como el agua!

Querida:

Después de aquel encuentro donde le confesé que era ciego, Ella, llegaba, siempre, diez minutos tarde y un día me dijo: ¿ Vió que, siempre, llego diez minutos tarde? Es porque no quiero psicoanalizarme más con Usted. Mire, le di muchas vueltas al asunto y no lo puedo soportar. Hay algo en su ceguera que yo no puedo tolerar. Si usted es ciego... quiere decir, que cuando yo le digo, por ejemplo: Hoy estoy hermosa, usted no tiene como constatarlo y, eso, es terrible. Cuando le digo que estoy fea, usted no puede decirme: Pero no, querida, usted es hermosa. Y sabe por qué no puede porque usted nunca me vió. ¡Qué terrible! ¡Qué terrible!

A mí, el problema, así como lo planteaba Ella, nunca se me había ocurrido planteármelo. Así, que si la intención de Ella era sorprenderme, esta vez lo había conseguido en profundidad.

Preferí quedarme callado, esperando sus próximas palabras. Ella no me dijo nada, pero lo pensó: Mejor me quedo callada y espero a ver qué opina el doctor.


Así nos quedamos en silencio durante diez años.

Cuando Ello volvió, hablar fue para decirme entre enojada, y feliz, ¡Como me
engaño, doctor!, usted nunca fue ciego.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

miércoles, 11 de abril de 2012

Amor perdido. Mi madre

I

Cuando los robustos colores de mi insurgencia,
toquen, por fin, tu corazón, ya será tarde,
tu corazón será de piedra.

Cuando abramos, silenciosamente, la mañana,
encontraremos envuelta en ella,
los suspiros nocturnos de cien mil muertos,
recordando tu nombre:
madre desde que estás lejos,
no vienes por las noches a besar mi frente enamorada.
"El cielo está cerca, hijo mío, la voluntad de Dios,
se hace agua en mis labios de fresa y colombina,
asustada por el disfraz de pierrot sangrante"

No te preocupes madre, si no triunfo,
te prometo caer derrotado de manera grandiosa.
Será un coloso tu hijo,
cayendo de los espejismos de la gloria.
Me vestiré de sedas y topacios,
para que al verme caer, pienses en los ángeles.

Encuentro, definitivo, con la muerte, alguien dirá
y yo que nada sabe, escribirá un poema.
Verás qué ritmo madre, el ritmo de tu muerte.

Porque vos fuiste la que quiso que yo fuera poeta.
Amabas los trigales, recuerdas,
recuerdas por las noches tus canciones de amor.
Yo era tu príncipe valiente y, también,
era tu príncipe cobarde. Yo era tu príncipe.

Te escribía poemas y te llevaba flores en mis manos,
después ninguna mujer quiso que yo pudiera tanto.
Furibundo, mezquino, alucinado,
hundo mis manos en el vientre sagrado de la tierra,
para encontrarme con algún pedazo de tu cuerpo,
algo que me devuelva la razón de ser para vivir
y me rompo contra piedras bañadas en oro cálcico.

Vociferadores y sangrientos dioses de la nada,
tejen, silenciosamente, sobre mis esperanzas,
los pequeños días, que esperan entre sombras,
verme dejar tu amado cuerpo por nuestro canto.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos", 1995

lunes, 9 de abril de 2012

DESPUÉS DEL RECITAL

Ya está, ya recité, ya pasó todo.
Ahora, seguramente, un amigo me abrazará,
con fuerza, con furia, con leve nostalgia,
abrazos que te dicen: todo está bien así.

Alguna mujer, abierta, envilecida por mis versos,
cruzando ese pasillo lateral, antes de irme,
se lanzará a mis brazos, con la mayor firmeza,
como una desorientada bomba contra mis ojos.

Después habrá esas copas de vino apasionado,
y miradas y palabras humedecidas por un llanto,
como una cosa de ternura fraternal para el poeta.

Vendrá luego la noche para mostrar mi soledad.
Y no habrá verso que comprender me hiciera
¿por qué volé tan alto, enamorado, para caer tan solo?

Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta", 1991

viernes, 6 de abril de 2012

Del sexo de a mujer y yo (1977)

Mi pensamiento funciona como un músculo semivoluntario.
Soy un hombre dominado por una parte del cuerpo.
Me abro y me cierro a la vida como un gran culo.
Dejo entrar lo que puedo y lo que no puedo, lo rechazo.
Cuando, en medio de la guerra
o en el transcurso del insistente trabajo cotidiano,
me encuentro en el amor con una mujer,
su sexo siempre trasciende mi palabra,
y entonces, intento reprimirlo.
Como hombre, me digo, no soporto de la mujer,
la grandiosidad de su sexo.
Sexo de nube en su devenir,
altera el sentido de mis reflexiones,
altera mis nervios,
y si no la detengo,
termina quemando, en ese fuego, mis sentimientos comunes.
Si me dejo llevar por esa locura,
conozco la alegría,
y en mi risa,
detengo por un instante su sexo enamorado,
ahora entre mis dientes,
la odio
y quiero matar, en Ella,
lo que no vive en mí.


Mis ojos se deshacen entre la niebla,
entre los vahos de su sexo,
y ella, me traga.
Hace de mí una pequeña partícula de su ser.
Me hace su Dios.


Hace fotografías de mis órganos genitales
y reparte las fotografías entre sus amigas.
Comenta en fiestas y tertulias que, cuando hago el amor,
descompongo mis rasgos,
caníbal de mí,
devoro su ser.
Encuentra divertido
hacerle muecas a su madre de cómo yo la devoro.
Su sexo, a pesar de mis palabras, siempre es feliz,
porque su sexo
lleva en sí, para mí,
la violencia de ser diferente.

Miguel Oscar Menassa
De "Poética del exilio", 2011

martes, 3 de abril de 2012

Ahora harán conmigo el monumento al pene

Querida

Te lo dije en silencio,
no sueltes las amarras,
la libertad no existe.

Existe el desatino, las sombras,
la tonta esclavitud, del hombre,
por sus ocupaciones, por sus sexos.
Una colección de ultramodernos,
pequeños animalitos y grandes maricas.

Soy, te lo dije en silencio,
el último padre de occidente,
el último amante,
el fin del amor.

Entre la muerte y el deseo hablo la vida.

Te nombro amada, te nombro
y no me alcanza con nombrarte.

Recuerdo, cálidamente,
tu sangre sobre mi piel,
aquel delirio celular,
tu cuerpo en mi cuerpo.

Hablamos y dijimos: es imposible ser.
Recuerdo, sin embargo, bien amada,
argucias, históricas. inesperadas,
contra la propia vida de los hombres.

Tu carne, amada, esplendorosa carne,
racimos de humanidad por todas partes.
Llagas, heridas por doquier. Sangres,
entre nosotros, recordando la muerte.

Ahora, me lo digo, no va más.
Soy un artista.
Una catástrofe del alma.
Una fe destrozada por la historia,
del hombre una fatal encrucijada.

Estar al lado mío, para mí, sería suficiente.

Un hombre que a nadie pertenezca,
con sus propios sentidos. amores,
una cadena de palabras, vida, deseo,
goce inagotable.

El pene, te lo dije, era una imperfección.

Deseo del hombre que deseaste,
que te quedes conmigo, detenida,
quieta en el alma, conversando.

Quisiera confesarte que soy un solitario.

Desde el principio de los siglos,
entre fieras, vivo carnes y hartazgos.

Soy el poeta,
en mi cuerpo profundo y milenario,
al borde de los abismos de la locura,
escribo, lentamente, mis versos y miro,
tu desenfrenada carrera hacia la muerte.

Haciendo el amor el tiempo siempre sobra,
somos millones y millones, miles de siglos,
compartiendo mi pan y mis venenos y, aún,
mis tontas preocupaciones por el hombre.

Esta vez se trata de gozar, vivir.
Basta de experimentos, basta de ser,
deseo que desees,
no te necesito,
hagamos el amor.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987

domingo, 1 de abril de 2012

Querida:

Deletreo tu nombre,
empecinadamente,
doy vueltas tu nombre
escribo tu nombre,
hago con tu nombre una canción.

Enquistado,
echo babas a mi alrededor
y crezco.

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista", 1987