sábado, 24 de enero de 2015

AMOR PERDIDO. LA JUVENTUD - VII -


Somos la noche quieta,
la noche que no se ve ni en los sueños,...
la noche partida, despedazada, abierta.
Cuando partimos, detrás de nosotros,
las arenas movedizas se lo tragan todo.

Es para no vernos partir,
que la noche se alumbra de dolor.
Viejos del mar, nos llaman
y ninguno de nosotros ha conocido el mar.
Nuestra penumbra es clara,
el manantial que nos abraza es el suburbio del desierto,
más adentro imposible, más perdidos que nosotros,
más sumergidos en la nada de nada, imposible.
Llegamos a lo más profundo sin hacer movimientos,
hacemos el amor,
prolongando nuestras frases hasta el paroxismo.
Nadie se resiste a nuestra manera de gozar,
por eso quieren eliminarnos.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos"

jueves, 22 de enero de 2015

Yo querida te amo, te amo, pero...


Hay algo sórdido entre los pliegues de un corazón rendido.
Hay algo oscuro, de morir, en el amar.
Yo te amo, te amo, pero el alma se vacía de goce.
Yo te amo, te amo, pero el goce se vacía de alma.
Es como cuando por decir escribo un verso.
Le pido nada a nadie y, sin embargo,
hay hombres y pronombres,
hay cosas, la vida, que se pierden.

Es como cuando por las noches mirando las estrellas,
me pregunto: ¿Qué habrá en nosotros de esos soles lejanos?
¿qué habrá, en nosotros, de esa vida?
¿qué vida llevarán, en ellos, de nosotros?
Y, ahí, soy recorrido por un fulgor,
algo de cielo, algo de soles, algo de lejanía.

Yo te amo, te amo, pero en un pozo negro de vergüenza.
Yo te amo, te amo, pero en un pozo negro de soledad.
Un pozo negro donde la muerte todo lo fragmenta.
Yo te amo, te amo, pero te amo en pedazos,
en hilachas, en sobresaltados fantasmas de la noche.
Tus ojos, tu mirada, querida, son aquel color,
tu rabia por gozar, tu desesperación, aquellos suspiros.

Yo te amo, te amo, pero me pierdo en mí,
soy un náufrago de mi propia ternura,
un ser que se quiebra antes de ser.
Yo te amo, te amo, pero...

Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista"

miércoles, 21 de enero de 2015

ADIÓS CULTURA MI SEÑORA


Cuando pequeño escuchaba hablar a los mayores:

Ella, un día, abriría sus puertas,
para que yo entrara, por fin, a la vida.
Joven príncipe entrando al palacio que le corresponde.
Yo crecía
y mis amigos crecían
y todo era esperanza.
Estábamos aniquilados por una ilusión:
Ella un día abriría sus piernas, sus puertas, sus ventanas
y nosotros entraríamos en ELLA como ELLA en nosotros
y, en ese instante, el reino de los cielos en la tierra,
sería la cultura.
Con el tiempo, esperando y haciendo nuestras cosas,
-esperando de día, haciendo nuestras cosas por la noche-
fuimos transformando todas las ilusiones en banderas.
Salimos a la calle para gritar:
¡la cultura es nuestra!
¡la poesía al pueblo!
¡la mujer a la poesía!
Gritábamos de todo, después,
percibimos los aullidos de Hiroshima,
empobreciendo cualquier dolor.
Dejamos de gritar.
Con los dientes apretados,
con una palpitación interior, increíble,
como si la vida fuera eso, apretar los dientes.
En la quietud de ese silencio pasaron años.
Éramos empecinados, amábamos con fervor las ilusiones
y esa pasión entre los hielos,
fuego brutal que aún me sobrevive
y canta en el propio centro del silencio mortal,
-que me sobrecoge para matarme-
una canción,
última entre tus brazos.
Adiós,
viejo deleite cuando niño
y pensaba llegar a las estrellas.
Mi señora, guardaré en mi corazón las huellas
de haber hecho el amor con usted y algún día,
no me lo perdonarán y, sin embargo, me confieso:
Yo fui feliz entre sus carnes de violetas
Cuántas veces un soneto hizo estallar mi corazón de porvenir.
Cuántas veces la armonía, la perfecta armonía, vuestro Dios,
hizo que de mis ojos cayera una lágrima.
Y acunando a mis hijos,
supe recitar, acompasadamente,
de los grandes poetas, los mejores versos.
Y viajé por las sílabas buscando la longitud exacta de la noche.
Y calculé el destino de una vocal durante años.
Y me até a las palabras.
Y viví maniatado entre las hojas de los libros.
De seguir por ese camino me tocaba la gloria,
más, una tarde, inexplicablemente, comencé a crecer.
Las palabras no cabían en las frases.
Las frases se caían de la página.
Mis sentimientos agrandaban el corazón del mundo peligrosamente.
Y al caminar,
tropezaba con las palabras
y caía.
Una
y otra vez.
Y las palabras se metían por mis ojos abiertos
y me dejaban ciego, y ahí,
precisamente, vacío de negruras,
transparencia donde la blancura hace pensar en el infierno,
la Poesía me tendió su mano y en esa algarabía,
-borrachos de habernos encontrado-
rompimos,
trastabillando juntos, todas las barreras.
Ella deformó su ser en el encuentro
y yo,
entregué mi vida en el adiós.
Miguel Oscar Menassa
De "La patria del poeta"

domingo, 18 de enero de 2015

EL CONDUCTOR DEL AUTOBÚS


Estábamos en la esquina
esperando el autobús
y la mujer me dijo:
voy a comprar tabaco.

Y desapareció.


Yo me quedé en la esquina
como petrificado
y el autobús partía
pero ella no venía.

Yo le dije al conductor
que esperara unos minutos
y el conductor riendo me contestó:
¿Esperar? no vale la pena, señor,

esa mujer no vuelve
aunque dos hermosos hombres
tanto como usted y yo
la esperen todo el día,
la esperen bajo la lluvia,
la esperen y desesperen
hasta el amanecer.

Así que yo me voy
a hacer el recorrido
y si usted me acompaña
yo le agradeceré
haberme librado
de esa putita
que primero me robaba
y, ahora, le roba a usted.

El conductor del autobús
muy seguro de sí mismo
hablaba del asunto
como un investigador.

Si mira sus bolsillos
le faltará dinero
y si mira su chaqueta
no encontrará el documento.

Así que venga y vamos
yo lo consolaré
le contaré algún cuento,
lo besaré en la boca
y después a la noche
iremos a bailar
al mismo salón
donde la joven va.

Miguel Oscar Menassa
De "Carnaval de la Tercera Edad"

jueves, 15 de enero de 2015

AMOR PERDIDO. LA JUVENTUD - VI -


No estamos, exactamente, en ningún sitio,
somos esos arcángeles negros,
que sólo aparecen para enfrentarse con la muerte.

Vivir, vivir en el deseo, sin hambre, sin sueño,
invencibles en nuestro empecinamiento de vivir.

 Y así comenzamos cada día, ciegos amantes del sol,
pero, también, enloquecidos amantes de la lluvia
y nos dejamos llevar por el viento de los huracanes
y nunca necesitamos volver a ningún sitio
porque de ningún sitio somos o hemos partido.

La vida nos entra por los ojos, casi siempre
y nos burlamos de todo lo que nos circunda,
sin otra razón que estas crueles lágrimas,
que no pensamos derramar,
que no pensamos ofrecer a ningún Dios,
porque nosotros somos dioses en nuestra burla
y ni siquiera ambicionamos morir
porque de alguna manera ya hemos muerto.

Miguel Oscar Menassa
De "Amores perdidos"

lunes, 12 de enero de 2015

LIMITE UNO: EL AMOR


Recuerdo
tu vientre de pantera
destrozado.
Mis dientes.
Tus garras
hechas cenizas en mi rostro.
Tu ferocidad perfecta detenida
en mi belleza perfecta.
Recuerdo el agudo violín
entre tus piernas
sexo desesperado
intentando
los sonidos del cielo
tensando infinitamente
hasta no poder más
tu cuerpo en el espacio
para alcanzar
los bordes de mi voz.
Yo cantaba
como si fuera natural
en el hombre cantar.
Registrar lo sublime
y tu música
alta como las cumbres
que nacen
por encima de las cumbres
nieve dolorosa y eterna
tu música
se detenía para caer
sinfonía final
descuartizada bruscamente
tragada por el temblor
oscuro de mi canto.
Yo tocaba el tambor
y la volvía loca.
Cuando se volvía loca
y no le importaba
ya la música
se perfumaba para mí
y conversábamos
de lo difícil que es cantar.
Bebíamos alcoholes
bebíamos alcoholes y fumábamos
lentamente nuestras miserias.
Ella me decía y yo le decía:
Quiero inundar
con mi locura el universo.
Y más allá ¿qué harás?
después del universo.
Ella se quedaba en silencio
y yo le decía:
Esta mañana te hizo mal jugar
a ver quién llegaba más alto
con su canto.
Le acaricio la frente y le digo
ni te llegué a ganar
dejaste de jugar a lo sublime
asustada por el temblor
de esos tambores de la selva,
sonando en pleno cielo.
Ella hacía una mueca
y yo me quedaba en silencio.
El viento rozaba
levemente nuestros cabellos
y ninguno de los dos
conocía el desenlace.
Cuando no sabíamos qué hacer
fumábamos
y era divertido cuando fumábamos
ver cómo el humo
formaba a su alrededor,
delgadas columnas de cristal
varas finísimas
de mimbre y de marfil
para que su cuerpo
tuviera esa presencia
iluminada y cantarina
y a la vez esa lejanía.
Ella me decía y yo fumaba,
para que no faltase el humo
en la construcción de su grandeza.
Cuando fumamos
te pones como un idiota,
no haces otra cosa que mirarme
y me avergüenzo
y deseo escuchar
el estallido de mi deseo
y te veo ahí
tan callado en tus ojos
y soy atrapada
por el leve murmullo de tus versos
como cuando jugábamos esta mañana
a lo sublime y no lo puedo creer.
Dime ¿quién eres?
la calma del mimbre
o la belleza del marfil.
Orangután sin voz
o cristalino
canto inolvidable.
Y se agarraba la cabeza
con las dos manos
y se zambullía en mí
como en el mar
gritando
almeja delirante
no puedo más.
Se retorcía en mi vientre,
buscando pez compañero
divinidad marítima
que le mostrara
los secretos del mar.
Se alimentaba con mi semen
y a ratos
levantaba la cabeza para decir:
Todo es hermoso. Gracias.
Yo
iba saliendo de mi sopor
como podía.
Ella
acurrucada pequeña
grandiosa en mi vientre.
Su belleza perfecta
detenida
en mi ferocidad perfecta.
Yo le decía
mientras ella agonizaba:
Ahora que estás muerta
quiero que bailes como bailan
los peces en el mar
las noches que lo poético
invade sus entrañas.
Ahora que estás muerta
quiero que bailes para mí
una danza de amor
y nada de vuelos nocturnos
hoy
nos quedaremos
a dormir en casa.
La sacudo
para que abra sus ojos
la levanto en mis brazos
y la tiro contra el techo
de la habitación
y ella
cae varias veces
pesadamente al suelo.
Se terminó el juego
me digo
ella está muerta.
Y comienzo a buscar
con mi boca en su cuerpo,
el diamante perdido.
Y sus movimientos
vuelven a ser como de camelias
y frente a mi sorpresa aúlla
y en ese aullido
toca los confines del cielo
y esta vez lo sé
no habrá poema
que contenga ese grito.
Cuando volvía,
despeinada y maltrecha
me decía:
Eres un tonto
me veías volar y ni siquiera
intentabas alcanzarme.
Así cualquiera vuela alto.
Cuando volaba,
te veía sobre la cama esperándome
y cada vez más alto
me volvía más loca.
Inmensidad cerca del cielo
en esa soledad más que gozar,
el espanto se anudaba en mis ojos
y aterricé rápidamente
y ahora te prometo
volar siempre contigo
y en ese gesto
una vez más
moría.

Miguel Oscar Menassa
De "La poesía y yo"

jueves, 8 de enero de 2015

YO SOY MIGUEL EL NIETO DE NAUR Y DE FARIDE


Yo soy Miguel el nieto de Naur y de Faride
pero también a causa de los ojos de mi madre
nieto y bisnieto de araucanos
fruto abierto al sol hijo de los ángeles.


Cuando mi madre recuerda a Valdivia, el asesino
puede verse en sus ojos al trasluz
a Caupolicán en pie de guerra
dueño de todo el horizonte.

Miguel Oscar Menassa
De "Yo pecador"

lunes, 5 de enero de 2015

Empecinado poeta de todo lo que nace y sobrevive


Empecinado poeta de todo lo que nace y sobrevive,
 
quiero cantar estos amores que surgen de mi pecho. 
Sortilegios, amores como furias desatadas del alma,
tenues, suaves amores anunciando devastador futuro.
Poner en movimiento la antigua fiereza de la tierra,
imprimir movimientos a una vida que jamás ocurrió.
Romper con mi compás el vientre de la montaña negra,
hacer que el universo todo se mueva entre mis manos.
Palabras con luz propia, eso quiero cantar.
Palabras como manos en el rostro del alba.
Palabras como piedras caídas para siempre.
Empecinado poeta de todo lo que muere,
el universo, manos, furia de la tierra;
no doy, no entrego nada, canto para mí.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista"